Si nos organizamos, Formosa recupera la libertad. Pero tenemos que estar todos: kirchneristas, macristas, menemistas, trotskistas, pañuelos verdes, celestes y todos los ismos que se nos puedan ocurrir. Sólo hace falta llegar a un acuerdo mínimo: las graves violaciones a los derechos humanos en la provincia que gobierna Gildo Insfrán hace 26 años tienen que terminar.
La detención de cientos de compatriotas en los centros de aislamiento dispuestos por el régimen es la última ocurrencia de la larga lista de atropellos a las libertades más elementales, pocas veces vistos desde 1983.
Liberar a Formosa no va a ser fácil. Nos van a querer dividir. Van a pretender agregar causas a nuestra cruzada, pero no podemos caer en la tentación. Que Milagro Sala, que el espionaje ilegal, que el populismo de acá, que el neoliberalismo de allá. Nada puede importarnos más que el interés superior de las niñas, niños y adolescentes detenidos en la provincia del norte.
Si logramos olvidarnos de la grieta al menos una vez, quizás dejemos de quedarnos a mitad de camino y comprendamos el valor crucial de una poderosa arma que casi nunca empuñamos: la unidad nacional.
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Mientras nosotros nos organizamos para liberar a Formosa, sería de gran ayuda que el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Córdoba le mande una carta a Gildo pidiéndole que deje salir al patio a Mia, una nena cordobesa de siete años encerrada con su hermano y su madre en una escuela de la capital.
Si el gobernador Juan Schiaretti se sumase no estaría nada mal. Un tuit del INADI sin duda tendría gran repercusión, aunque su jefa quizás ande preocupada con asuntos más importantes.
También podríamos pedirle al presidente Alberto Fernández que por lo menos deje de poner a Insfrán como modelo a seguir a la hora de gobernar una provincia.
Pero no quiero detenerme en esto, porque nos vamos a volver a dividir, no vamos a liberar a Formosa y la policía va a volver a impedir que Mia salga un rato al patio del centro de detención en el que permanece encerrada.
Ahora, Mía
Mia llegó el 7 de enero a Formosa. Viajó junto a su mamá y su hermano de 15 años para acompañar a su abuela, que pronto será operada. Para poder hacerlo, su madre aceptó 14 días de aislamiento sin saber que las condiciones eran infrahumanas. Justo antes de que los dejaran salir, un caso de coronavirus en una habitación cercana hizo que los obligaran a encerrarse 14 días más, a pesar de presentar hisopados negativos. Y ahí están, rogando que los dejen irse.
Primero Solange, después Abigail y ahora Mia. Y como ellas, cientos de historias que nos revelan con un cachetazo que tenemos problemas más profundos y probablemente más difíciles de resolver que la pandemia. Que la comodidad del silencio ya no sea una opción. Pongámonos de acuerdo. Liberemos a Formosa.