“...discutí durante dos años con ese FMI que yo desprecio tanto como todos”.
Haciendo alarde de su nulo sentido de la oportunidad, justo cuando el Gobierno que encabeza busca el apoyo de legisladores hasta de su propio espacio político al entendimiento que acaba de firmar con el Fondo Monetario Internacional, el Presidente se despacha con este disparate de pura cepa populista. Decir lo más inadecuado en el momento menos conveniente es su especialidad. Lo demostró en muchas ocasiones. Por ejemplo, hace apenas un mes, cuando fue muy despectivo con Estados Unidos delante de Vladimir Putin, al que le ofreció la Argentina como puerta de entrada de Rusia a la región, algo innecesario para el autócrata que amenaza al mundo con su arsenal nuclear. Como plataforma de desembarco ya tiene, por ejemplo, a Venezuela.
En el discurso de hoy coló además un elogio a la gestión de su gobierno durante la pandemia y un mensaje en contra de la discriminación por cuestiones de género que hubiera sido bueno le recitara a su admirado Putin, líder tristemente célebre por sus políticas y expresiones públicas homofóbicas. “Conozco más canallas heterosexuales que canallas homosexuales”, dijo Alberto Fernández, que de paso da a entender que considera que entre quienes se autoperciben heterosexuales existe una mayor predisposición a cometer canalladas, una suerte de debilidad moral, que no afectaría en la misma proporción a quienes tienen otras preferencias sexuales.
Pero volvamos a su ataque al FMI. Supongamos que sea cierto que desprecia al organismo gobernado por las economías más desarrolladas, tal como afirmó hoy. ¿Es cierto que “todos” lo despreciamos? ¿A quiénes abarca el “todos” al que se refiere el Presidente? ¿Cree que todos y todas los argentinos sentimos lo mismo? ¿O se refiere a su espacio político, el “Frente de Todos”? ¿No imagina acaso que puede haber alguna opinión diferente?
El mensaje de Alberto Fernández parece haber estado destinado una vez más a agradar a su compañera de fórmula, la principal aportante de votos del espacio que lo llevó a la presidencia. Es ella quien en verdad desprecia al FMI, como a cualquier otro actor que limite sus márgenes de discrecionalidad. Y era ella también la destinataria del lamentable mensaje pronunciado hace un mes en Moscú, cuando Alberto Fernández interpretó un indigno papel de sumisión ante la mirada indiferente del autócrata al que tanto admiran Cristina Fernández de Kirchner y sus seguidores.