El coronavirus es una bola de misterios con dudas que se extienden en todas las direcciones.
No sabemos con certeza cómo se inició, por qué se expande o mata más en ciertos lugares y, por supuesto, desconocemos cómo terminará. Y ojalá que sea pronto.
Aunque no sepamos bien las razones, como ya ocurrió con el virus SARS en 2003.
Los científicos arriesgan hipótesis sobre algunas de las incógnitas, pero faltan explicaciones contundentes.
Presentan ideas y tratan de confirmarlas, mas no saben, por ejemplo, por qué mueren muchos menos vecinos en Alemania que en Italia o España. Dicen que los jóvenes viven menos con los padres, que su sistema sanitario es mejor, que no son tan afectuosos.
Sin embargo, hace más frío, las medidas de cuarentena han sido laxas y tienen una población también envejecida.
Tampoco existe una explicación contundente a lo que ocurre con Japón, que registra una cantidad de contagiados y muertos limitada.
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Todo esto a pesar de que tienen un gran porcentaje de ancianos, una altísima densidad de habitantes por kilómetro cuadrado y han impuest restricciones muy moderadas: hasta principios de esta semana se seguían realizando eventos masivos.
¿Por qué en una provincia del norte de Italia, Bérgamo, muere gran parte de los que llegan a terapia intensiva y en el mismo país, en la provincia de Lazio, donde está Roma, los números son altos, pero no se disparan?
¿Por qué en Argentina la edad de las víctimas fatales es, hasta ahora, menor a la de los europeos, y ya han caído varios que recién atravesaban los 50?
Habrá hallazgos y confirmaciones que tal vez lleguen con el tiempo. Los investigadores están tratando de averiguar si las personas contagiadas que sobrevivieron desarrollarán inmunidad, y en ese caso por cuánto tiempo. Será clave para los años venideros.
También intentan descubrir si la sangre de los que cursaron la enfermedad servirá para tratar a los enfermos, tal como se hacía cien años atrás con otras epidemias. O por qué casi no afecta a los chicos.
Sin entrar en las teorías conspirativas, que abundan en la red -y que incluso promovieron las autoridades de Estados Unidos y China- hay demasiados agujeros negros que vuelven inciertas las medidas que se toman observando lo que pasa en las regiones donde la enfermedad golpeó primero.
Probablemente, de a poco aparezcan respuestas, ya que muchos científicos han decidido arrancarle los secretos a un mal que ha puesto al mundo en jaque y que, sin duda, cambiará la vida de muchos de nosotros.