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Magnicidio en Japón

Quién fue Shinzo Abe y cuál es la marca que dejó en la política japonesa el ex primer ministro asesinado durante un acto proselitista.

Por Claudio Fantini
09 de julio 2022, 13:38hs
El ex primer ministro de Japón fue asesinado a balazos.

El asesinato de Shinzo Abe es, junto a otro magnicidio que fue perpetrado en 1960 y junto al atentado de la secta Aun Shinrikýo en 1995, el acto de violencia más schockeante que ha vivido Japón.

No fueron los únicos. En 1990 murió apuñalado un ex ministro de Trabajo. Ese mismo año, sobrevivió malherido a un intento de asesinato el entonces alcalde de Nagasaki, ciudad en la que casi dos décadas más tarde fue asesinado Iccho Itoh, también gobernante de esa ciudad.

Igual que Shinzo Abe, Itoh recibió dos balazos por la espalda durante una campaña electoral, pero las sospechas cayeron sobre la Yakuza, poderosa mafia japonesa. Y hubo otros notables miembros del Partido Liberal Demócrata (PLD) abatidos a balazos o apuñalados. Pero ninguno de esos crímenes impactó como el de Inejiro Asanuma, presidente del Partido Socialista apuñalado ante las cámaras en un estudio de televisión durante la transmisión de un debate de candidatos en 1960.

Entre aquel magnicidio y el de Shinzo Abe ocurrió el atentado de la secta apocalíptica Aum Shinrikýo (Verdad Suprema) y su lunático líder, Shoko Asahara, lanzando gas sarín en el subterráneo de Tokio en marzo de 1995. Murieron trece personas, igual que en un atentado similar perpetrado un año antes en Matsumoto, pero podrían haber muerto miles de transeúntes que en horas pico pasan por esa estación tokiota.

+ MIRÁ MÁS: Asesinaron a balazos a Shinzo Abe, ex primer ministro de Japón

El número de atentados genera la sensación de una sociedad violenta, sin embargo, la violencia criminal es tan esporádica y estadísticamente insignificante en Japón, que los candidatos y demás figuras políticas participan en actos que casi no tienen medidas de seguridad. Los ataques con armas de fuego son muy pocos y normalmente los perpetra la Yakuza, porque ese tipo de armas están prohibidas en Japón y esa poderosa mafia las obtiene mediante el contrabando.

El asesino de Abe usó una pistola de manufacturación casera y pudo acercarse y disparar por la espalda al ex primer ministro cuando daba un discurso en un mitin callejero, porque no había un dispositivo de seguridad que se lo impidiera. Así ocurrió el magnicidio que acabó con una figura política relevante de Japón.

Shinzo Abe había gobernado un año en la primera década de este siglo, y en la siguiente década gobernó ocho años que concluyeron en el 2020. Las marcas de su gestión están en la economía, donde las reformas conocidas como “Abenomics” atenuaron una larga recesión, y en la política, escenario en el que reabrió el debate sobre la necesidad de reformar la Constitución para que Japón pueda volver a rearmarse.

Desde la derrota en la Segunda Guerra Mundial, los japoneses habían abominado el ultranacionalismo que cometió estropicios con su belicismo expansionista y acabó con el país demolido y la población diezmada por las bombas norteamericanas, incluidas las bombas atómicas que devastaron Hiroshima y Nagasaki.

Shinzo Abe no era un ultranacionalista ni cultivaba extremismo alguno. Pero estaba convencido que Japón debía recrear su poder militar para cobrar fuerzas ante el expansionismo chino en el mar que separa ambos países y frente a la amenaza que implica el agresivo régimen norcoreano.

Ese giro lo había iniciado su antecesor en el cargo, y cuyo gobierno Abe integró: Junichiro Koizumi.

Poco después de asumir como primer ministro Koizumi visitó el templo de Yazukuni, lo que generó protestas frente a las embajadas japonesas en Seúl, Pekín, Manila y Rangún. Ocurre que en ese templo sintoísta se veneran las almas de los guerreros japoneses muertos en combate en las guerras ocurridas desde 1869, segundo año del emperador Meiji, hasta la Segunda Guerra Mundial. Y entre esas casi dos millones y medio de almas, más de mil son de militares acusados de horribles crímenes en países invadidos.

El belicista imperialismo japonés había ocupado la Península de Corea, Filipinas, Birmania, otras islas y también la Manchuria china, a la que había convertido en la Provincia de Ultramar del Manchukuo.

En todos los territorios ocupados, las fuerzas japonesas cometieron masacres. Por eso, que Koizumi visitara el templo los guerreros fue visto como señal de retorno al agresivo ultranacionalismo de la primer mitad del siglo 20.

En rigor, Yazukuni es un templo sintoísta y en esa religión japonesa, el crimen, el pecado, queda en la persona humana que lo comete, pero el “kami” (alma) se mantiene puro. En Yazukuni no se venera a Hachiman, el dios de la guerra en el olimpo sintoísta, sino a las almas de los guerreros muertos. Como fuere, visitarlo después de tanto tiempo de pacifismo militante en los gobiernos y la nación del Japón, asustó a muchos vecinos.

Shinzo Abe también visitó el “templo maldito”, generando revuelo. Pero no pretendía resucitar el ultranacionalismo (defendido por la ultraderecha nipona), sino rearmar el país para fortalecer frente a China, Rusia y Corea del Norte.

El expansionismo chino generó una fuerte disputa por las islas Senkaku en la que Shinzo Abe endureció la posición japonesa, igual que con los reclamos a Rusia por el archipiélago de las Kuriles. También propone fortalecer militarmente a Japón para enfrentar las amenazas del régimen norcoreano, al que Abe confrontó duramente por los secuestros de ciudadanos japoneses y por las pruebas de misiles que realiza Kim Jong-un sobre aguas marítimas y espacio aéreo de Japón.

No sería extraño que el dictador norcoreano haya ordenado un crimen en el extranjero. Lo hizo con su propio hermano, Kim Jong-nam, envenenado en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Pero la primera impresión es que el asesino de Shinzo Abe pudo actuar desde un desequilibrio psicológico o emocional.

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