Los anuncios de esta noche confirman las especulaciones previas: el oscilante Sergio Massa desembarca en buena parte del área económica del cuarto gobierno K con la vocación por dar un volantazo en las políticas que se vinieron aplicando hasta hoy.
Tras las sorprendentes ceremonias para celebrar el pase del fundador del Frente Renovador del Poder Legislativo al Ejecutivo, el flamante ministro presentó medidas, con escasas precisiones, que el kirchnerismo ortodoxo calificaría de “ajuste”.
El diagnóstico que trazó del presente puede ser suscripto por la mayoría de la oposición. Señaló un “desorden en el gasto” y apuntó a la inflación como “fábrica de pobreza”. De ahí los cuatro pilares de su programa, que Massa llamó “principios”: orden fiscal, superávit comercial, fortalecimiento de las reservas y desarrollo con inclusión social. El último punto, un concepto bastante vago que seguramente sonará agradable al oído de la Vicepresidenta y sus seguidores.
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La gran novedad que Massa develó en detalle fue que la quita de subsidios en las tarifas del gas y la electricidad serán mucho más amplias, alcanzarán a mucha más gente que el 10% de los hogares que estimaron sus antecesores en Economía.
Por lo que dijo Massa, la población que recibirá facturas con tarifas sinceradas será más de un tercio del total. Y habrá tope en la cantidad de subsidios en función del consumo. Un límite al despilfarro para todos y todas. Por una medida así, el kirchnerismo clásico denunciaría un “tarifazo”.
Sobre los demás anuncios, hubo mucho de declaración de intenciones y pocos detalles. La voluntad de achicar el déficit, el fin del financiamiento con emisión, un canje voluntario para descomprimir vencimientos de la deuda en pesos… Objetivos que aún no se sabe cómo se intentará alcanzarlos.
En lo que sin dudas acertó fue en el pronóstico sombrío para el corto plazo. “El camino por recorrer no es mágico”, vaticinó Massa.