Hoy, 11 de setiembre, se cumple medio siglo del golpe militar que derribó a Salvador Allende, poniendo fin a un experimento que el mundo observaba con curiosidad.
Aquel gobierno marxista era el primero en llegar al poder mediante elecciones libres y plurales, y su presidente se disponía a implementar las reformas que transformasen la economía y la sociedad, sin salirse del marco jurídico-institucional vigente.
Entre las muchas particularidades del gobierno, estaba la coalición que lo respaldaba. Unidad Popular incluía a socialistas y comunistas. El médico que la lideraba era del Partido Socialista. Paradójicamente, esa fuerza política de centroizquierda propugnó las iniciativas más radicales, mientras que el Partido Comunista había adoptado una actitud más moderada.
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El gobierno se aventuró en reformas que implicaban temeridad política, dado el escaso 36 por ciento, a penas un punto por encima de Jorge Alessandri, con que la coalición izquierdista había ganado las elecciones.
El hecho es que la llamada “vía chilena al socialismo” fue interrumpida por el levantamiento militar del que se adueñó el general Augusto Pinochet, el último en sumarse a la conspiración que habían puesto en marcha los jefes de la Fuerza Área, la Armada y Carabineros.
Una inflación desbordada y cierto caos político ofrecieron flancos a los militares golpistas y la integridad moral que caracterizaba al doctor Allende quedó retratada con su muerte, que se suicidó en el despacho presidencial del Palacio de la Moneda, donde había decidido morir antes que rendirse.
El general Pinochet comenzó a construir, desde el primer día, un régimen caracterizado por la brutalidad que habían mostrado los bombardeos sobre la casa de gobierno. Más de tres mil muertos, entre las personas asesinadas y las desaparecidas, además de las decenas de miles de encarcelados que sufrieron torturas y carecieron de derechos.
Igual que el general Alfredo Stroessner en Paraguay, Pinochet logró imperar de manera personalista sobre la dictadura y llevó sus crímenes más allá de las fronteras, a través de la siniestra DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), que conducida por el general Manuel Contreras asesinó al general Carlos Prats y a su esposa, con una bomba en el chasis de su auto, frente a la casa que ocupaban en el barrio porteño de Palermo.
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El otro crimen perpetrado por el largo brazo de la DINA fue en Washington DC. Una bomba activada por control remoto estalló en el auto del ex canciller Orlando Letelier, cuando transitaba por la avenida Massachusetts, de la capital norteamericana. Un osado asesinato que se perpetró confiando en que el apoyo norteamericano al golpe contra Allende brindado a través de la CIA, habilitaba al régimen chileno para cometer sus crímenes incluso en Estados Unidos.
Un error grave que se encargó de facturarle el gobierno de Jimmy Carter. Pero Pinochet fue eficaz en el control del poder interno. Un poder basado en la represión criminal y la abolición total de libertades, derechos y garantías. Donde sí hubo libertad fue en la economía, que terminó siendo el músculo más fuerte del régimen.
Con equipos sólidos en los que se destacaron figuras como Hernán Büchi, hubo eficacia y consistencia, además de falta de libertad sindical para oponerse, en la aplicación y sostenimiento de una política económica de corte ortodoxo.
El éxito de ese modelo, que no generó equidad social pero impulsó un crecimiento sostenido de la economía, quedó confirmado con la continuidad del modelo tras el fin de la dictadura de Pinochet y el comienzo de la transición democrática.
Los gobiernos democráticos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michel Bachelet fueron corrigiendo tenuemente los efectos sociales nocivos del modelo, pero sin desmontarlo.
La inequidad social quedó como pesada herencia, conservada a través de los rígidos modelos de educación y salud, que son reproductores de desigualdad, causando medio siglo más tarde del golpe de Estado de 1973 la deriva política que está intentando encausar, con grandes dificultades, un presidente elegido como outsider: Gabriel Boric.