Lahaina, que significa “Sol cruel”, fue durante siglos la capital del antiguo reino Maui Loa y, en la primera mitad del siglo 19, fue la capital del Reino de Hawaii que luego pasaría a Honolulu, en la isla de O’ahu. Los turistas pagan fortunas por alquilar sus chalets junto a la playa o por habitaciones de sus hoteles. Pero ese rincón paradisíaco hoy es una postal desoladora.
Como en la literatura distópica en el cine catástrofe, fue arrasada por incendios que la redujeron a escombros y cenizas. Las imágenes de Lahaina que están recorriendo el mundo parecen no tener que ver con la realidad. Parece una ciudad bombardeada o una gigantesca aldea vietnamita arrasada por el napalm. Parece muchas cosas, menos la realidad. Una de las primeras postales distópicas de las tantas que dará la “era de la ebullición” que ha comenzado y fue anunciada por el secretario general de la ONU.
Si el ataque japonés a Pearl Harbor fue la mayor tragedia bélica en la historia de Hawaii, el fuego que devoró una ciudad entera es la peor tragedia natural del esas islas que forman parte de los Estados Unidos desde 1898. La cifra de muertos ya superó las 85 víctimas fatales que devoró en el 2018 la localidad de Paradise, en California.
Por cierto, en siglos pasados también hubo incendios forestales con muchas víctimas fatales. Pero los instrumentos para luchar contra las llamas en aquel momento eran infinitamente menor que las de ahora.
El incendio que convirtió una ciudad hawaiana en una postal distópica es parte de la “ebullición” señalada por Antonio Guterres.
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En los mismos días en que el titular de Naciones Unidas advertía al mundo lo que está ocurriendo por el cambio climático, se acumulaban los síntomas de sequía global, porque gran parte del planeta sufre déficit de agua. También se acumulaban imágenes de inundaciones catastróficas en oriente y occidente. Las imágenes de una ciudad con clima y vegetación tropical, reducida a escombros chamuscados como si estuviese situada en un desierto o al pie de un volcán en erupción, se suman al álbum de catástrofes naturales que le advierten a la humanidad sobre las consecuencias del cambio climático.
Pero la especie humana no parece entender los mensajes que la naturaleza le da con calores, incendios, inundaciones y todo tipo de tormentas con intensidades y frecuencias jamás antes registradas. Peor aún, actúa como si no estuviesen ocurriendo; como si haber entrado en la era de ebullición señalada por el secretario general de la ONU no entrañase alteraciones en la biósfera y, por ende, peligros de extinción para todas sus especies, incluida la que creó las condiciones que aceleraron el cambio climático.