Fue un estallido espontáneo. Un “basta” visceral. Un punto de inflexión.
Hace apenas 5 años el país marchaba alrededor de una consigna nueva, inédita, sin historia. Era una marcha que destilaba hartazgo, bronca, tristeza y pedido de justicia.
“Ni una menos”: en tres palabras se resumía la violencia patriarcal cuya punto más extremo es el femicidio.
En Córdoba marcharon 50 mil personas. La convocatoria se hizo a través de las redes sociales.
Nadie sabía a ciencia cierta que pasaría ese día y cómo respondería la sociedad. Nadie sabía bien que esperar. Hasta ese momento las movilizaciones feministas no eran masivas, pero desde ese día algo cambió y el “3J” se metió en la agenda pública y en la de los medios masivos.
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Con la reforma del Código Penal hacía ya tres años que el “crimen pasional” era historia, sin embargo esa batalla legal ganada no alcanzaba para instalar la violencia de género en la cotidianidad de una mesa familiar, en la agenda de los partidos políticos o en los medios ( y con perspectiva de género).
“Ni una menos” tuvo, desde su nacimiento, una fuerza poderosa y transversal que hizo que gran parte de la sociedad comprendiera la necesidad de actuar, de no quedarse quieto desde el lugar que ocupa.
Ni una menos, como todo movimiento colectivo, amplio y diverso, se fortalece con la suma de sus partes y ayudó a polemizar y desnaturalizar conductas como la revictimización de la mujer, los cuestionamientos a qué hacía, donde estaba o que vestía, como así también el lenguaje sexista en los medios de comunicación, la deconstrucción de viejas masculinidades (un conductor de televisión hizo famosa la frase “soy un machista en recuperación”), prendió la luz roja a los micromachismos, esos que son la cara oculta del iceberg de la violencia, y colaboró a que otras tres palabras tomaran fuerza al lado de “Ni una menos” como fue “No es no”.
Las mujeres estábamos empezando a perder el miedo a hablar.
Números alarmantes
La Ley Micaela y el debate abierto y serio sobre la despenalización del aborto seguramente fueron en parte producto de este gran tsunami que inundó las principales ciudades del país.
Sin embargo, está claro que los números de femicidios siguen siendo alarmantes en el país. En lo que va del año, se registraron 268 víctimas de femicidio y 5 travesticidios y transfemicidios.
En Córdoba, 19 mujeres murieron asesinadas por hombres. La violencia es la otra pandemia, y la mujer su víctima más vulnerable.
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Hoy, a cinco años de "Ni una menos" es evidente que el reclamo más fuerte debe darse también en los mecanismos de prevención de la violencia de género.
El arma más efectiva que tenemos disponible y urge poner en acción es la Ley de Educación Sexual Integral en todos los niveles educativos públicos, privados, laicos o religiosos. Quizás no sea la única llave que nos conduzca en esa dirección pero sin dudas irá a la raíz de esta problemática social que hace cinco años se hacía visible en las calles.