A la hora de buscar culpables, los argentinos somos campeones del mundo. No dudamos en apuntar con el dedo acusador y nunca nos hacemos responsables de nada.
De arriba abajo, TODOS tenemos la culpa de este papelón futbolístico.
Los dirigentes. Desde hace años el fútbol argentino está en terapia intensiva. Ellos son los responsables de un descalabro que parece no tener solución. Tras la muerte de Grondona, los que vinieron después son peores y hacen lo mismo que criticaban. Fueron años dedicándose a destrozar nuestro fútbol y ahora nadie sabe cómo arreglarlo.
El entrenador. Bauza asumió en septiembre y nunca le encontró la vuelta a un equipo que cada vez juega peor. Jamás se vio su idea de juego en cancha y con sus caprichos agrandó aún más el problema. En el nuevo ciclo se repiten los errores y las convocatorias polémicas, como Lavezzi, Romero y la ausencia de Icardi. Fue designado sin consenso y llegó sin apoyo. Pero se preocupó por ahuyentar a la gente con sus ideas poco claras.
Lionel Messi. Culpen a quien quieran: FIFA, Chile, el árbitro, las imágenes o hasta algún dirigente del Real Madrid. Pero Messi insultó a un árbitro y se tiene que hacer cargo de su falta. Como capitán de la selección y debe predicar con el ejemplo. Es el mejor jugador del mundo, y como tal, debemos exigirle más.
El equipo. Desde hace años juegan a lo que quieren y ya se cargaron tres técnicos. Pasó Sabella, Martino, y ahora Bauza está contra las cuerdas. Pero los que cometen los errores son ellos. Las amistades en el vestuario pesan más y no permiten que otros jugadores que lo merecen entren a la Selección.
Los periodistas. Criticamos y alabamos a todos con la misma facilidad. Muchas veces equivocamos nuestra función y anteponemos intereses y gustos personales por sobre el bien común. Queremos siempre tener la razón y presionamos para después enorgullecernos de profecías autocumplidas.
Los hinchas. Son la parte indispensable del deporte y con su pasión son el motor que pone en marcha la maquinaria del futbol. Pero lamentablemente muchos también anteponen sus intereses y hacen negocio. Los barras se adueñaron de la pelota y legitimaron a los dirigentes que produjeron todo el desorden.
Lo que sucede dentro de una cancha no son acciones aisladas y siempre repercute lo que pasa afuera.
El día que todos nos hagamos cargo y cambiemos vamos a poder competir con los mejores del mundo. Las generalizaciones nunca son buenas y siempre pagarán justos por pecadores.
Pero, mientras tanto, con dirigentes, técnicos, jugadores, periodistas e hinchas así lamentablemente no nos merecemos ir al mundial.