El abrazo del flamante presidente argentino con Volodimir Zelenski duró un poco más de lo habitual e incluyó un objetivo de gran valor simbólico: una januquiá, o menorá de Janucá, que es el candelabro de nueve velas que conmemora la victoria de los macabeos sobre los griegos.
Un regalo doblemente adecuado para el presidente de Ucrania, porque representa el triunfo de los débiles sobre los poderosos, ya que los ejércitos seléucidas que querían helenizar a los judíos eran mucho más poderosos que las guerrillas que Judas Macabeo formó para resistir la invasión griega.
Un mensaje simbólico que alude a la guerra desigual entre la pequeña Ucrania invadida por su poderoso y gigantesco vecino: la Rusia de Vladimir Putin.
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Seguramente, en ese largo abrazo con que Javier Milei rompió el protocolo al recibir a Zelenski, le transmitió el aliento que Judas Macabeo dio a sus combatientes antes de enfrentar una fuerza militar inmensamente superior: “no teman porque de nuestro lado están las fuerzas del cielo”.
El gesto del presidente que asumía hacia el presidente ucraniano se choca con haber invitado a Jair Bolsonaro, uno de los tantos líderes ultraconservadores que admiran a Vladimir Putin y se identifican con ese presidente ruso. Igual que Viktor Orban, el ultraconservador presidente de Hungría que se identifica con Putin y ha culpado en numerosas ocasiones a Zelenski por el conflicto en marcha, además de presionar a la Unión Europea para que corte la asistencia militar a Ucrania.
Fue raro que Orban y Zelenski coincidieran en la asunción de Milei. Lo que Zelenski tiene en común con Milei es que llegó al poder como exponente de la anti-política. Antes de candidatearse a la presidencia, el actual líder ucraniano era un actor, productor y empresario de cine y televisión que caricaturizaba a la clase política (la “casta” de aquel país eslavo) desde un programa cómico llamado Servidor Público. Con ese nombre denominó la fuerza política que creó para competir por la presidencia.
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La gran diferencia con Milei es también la diferencia entre el partido Servidor Público (SP) y La Libertad Avanza: el partido de Zelenski no es ultraconservador ni fuertemente ideologizado, como el del nuevo presidente argentino. SP es lo que el politólogo alemán de la Escuela de Frankfurt, Otto Kirchheimer, llamó en la década del sesenta “partidos multicomprensivos”, o “metapartidos”, porque se alejaban de todas las ideologías para guiarse por un sentido común de espíritu liberal-socialdemócrata. Mientras que el libertarismo es híper-ideológico en lo económico y en lo social.
Milei no debe haberse detenido a pensar mucho en términos políticos lo que significa su simpatía por Zelenski. Sus admirados Bolsonaro y Trump, así como posiblemente también Santiago Abascal, de Vox, aunque no lo comente por conveniencia política, son grandes admiradores de Vladimir Putin, el autócrata ruso que impuso una guerra criminal a Ucrania por razones de expansionismo territorial.
Otro motivo de atracción de Milei hacia Zelenski, es que el presidente ucraniano es judío y del país donde están las raíces del judaísmo ortodoxo, mientras que su anfitrión en Argentina lleva tiempo mostrando un exótico deslumbramiento con la religión hebrea en general y con el Rebe de Lubavitch en particular, un exponente de la ortodoxia que expandió por el mundo la visión de la dinastía Jadar de Lubavitch desde los Estados Unidos.
Probablemente, si indagara al presidente de Ucrania encontraría en él un espíritu mucho más laico e inclinado a la secularidad que las vertientes hebraicas por las que demuestra pasión.