De las órdenes a las sugerencias. De la imposición al consejo. De la prohibición a la prudencia. De las opciones fatales a los equilibrios posibles.
Todo eso y mucho más en un cotejo rápido de aquellos discursos del presidente Alberto Fernández en marzo del año pasado con estos de la actualidad.
Si uno divide la pantalla y en un lado está Fernández del 19 de marzo de 2020 y en el otro, Fernández del jueves a la noche, encontrará un tono, una gestualidad, un contenido con marcadas diferencias.
Ya Fernández no se compara con nadie. Si quisiera hacerlo con el ritmo de vacunación, por caso, no le iría para nada bien.
¿Qué pasó en el medio? Una pandemia sin antecedentes para los tiempos modernos, una crisis que desgastó a los gobernantes de todo el mundo pero también un país que vive en crisis permanente y gobernantes que eligieron unos caminos que no todos siguieron.
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Lo cierto es que ante la incertidumbre de una segunda ola de Covid-19 y con un escaso porcentaje de población vacunada, el Presidente parece haberse consumido dos créditos: el del respaldo ciudadano y el de los recursos públicos.
Ambos son claves para pensar en volver a medidas de aislamiento estrictos. Poco apoyo, poca plata. Un mal contexto para tomar decisiones.
A un año del dictado del famoso aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), los números tienen elocuencia.
La Argentina entró en crisis a la pandemia. Tenía una pobreza que superababa largamente el 30 por ciento, un desempleo de dos dígitos, una informalidad de casi un 40 por ciento de sus trabajadores, una inflación alta.
El cierre disparó todos esos números, incluso el de la inflación que siguió subiendo cuando los países vecinos tenían –como en casi todo el mundo– deflación porque sus economías estaban casi paradas y sus ciudadanos casi aislados.
Cuando se pasó al distanciamiento social, preventivo y obligatorio (DISPO), algunos indicadores mejoraron pero seguimos muy lejos de recuperar los niveles de 2019, que había sido un muy mal año.
Pero hay dos números que son contundentes para la toma de decisiones. El Estado llegó a erogar unos 300 mil millones de pesos para atender a los trabajadores informales y las empresas que debían pagar sueldos. Hoy esa cifra en asistencia es menos del uno por ciento. Caja vacía.
Alberto Fernández ganó las elecciones en octubre de 2019 con casi el 50 por ciento de los votos, transitó sus primeros meses con una adhesión a su gestión y una imagen positiva de más o menos ese porcentaje, empezó a crecer raudamente en los primeras semanas de la cuarentena y llegó a tener una valoración positiva de alrededor del 80 por ciento de la población. Hoy ese porcentaje, en el sondeo más optimista, se ubica en la mitad: 40 por ciento.
De ahí la necesidad de cambiar el tono y el contenido. Lo que no cambió para nada en un año es la incertidumbre. Y vaya saber por cuánto más.
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