Nueve de la noche de un domingo y ellos vienen de pasear.
La primera en bajar es la esposa. Lo primero es el candado de la reja, lo segundo la cerradura. Hay candado porque con la cerradura no fue suficiente. Una vez le levantaron la puerta de la reja para sacarle una moto. Le arrastraron la moto encadenada varias cuadras.
Volvamos a las llaves. Suenan como las de tu casa. Como las de la mía. Son llaves. Son las nueve de la noche. Entra el auto y abren el segundo portón del garage. Dos llaves más y la mujer corre a desactivar la alarma.
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Papá entra el auto. Al lado de la hija que cierra la reja hay un hombre armado. La chica grita. Papá baja y al bajar se ataja con el brazo. El hombre al lado de la hija del candado dispara. La bala loca calibre 22 pasa el brazo, entra a la altura del corazón y baja.
Está loca, es una bala a las 9 de la noche de un domingo. Baja y le perfora el intestino. Papá llega y forcejea, el hombre del arma escapa. Y se pierde y nadie lo encuentra. Es un ladrón más en una ciudad de tantas llaves, rejas y candados.
Los primeros vecinos llegan. En barrio Las Flores yo no aguantan más. Papá volvió de la terapia. Es cartero y hace poco compraron la casita. La llave de la casa propia son son un manojo pesado. Como las de un carcelero. No la podrán vender porque están endeudados y es su casa. Por qué escapar. Si es una casa no una carcel.
8 llaves y una bala. Y ni alcanzaron a entrar y casi lo matan.
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