En un mundo plagado de guerras en curso y guerras latentes, se produjo otra chispa de las que pueden iniciar vastos incendios: Irán bombardeó Pakistán y Pakistán devolvió el golpe dos días después, con un bombardeo sobre territorio iraní.
Quienes restan gravedad al ataque iraní en territorio paquistaní, señalan que Teherán también atacó blancos enemigos en territorio sirio e iraquí. Pero hay una gran diferencia: los regímenes que imperan en Damasco y Bagdad son afines a Irán, mientras que Islamabad ni lo ha sido ni lo es.
Aunque siempre se han cuidado de entrar en escaladas por privilegiar una relación calma, se saben rivales por muchas razones geopolíticas y culturales.
En una escalada sin antecedentes, intercambiaron ataques. No se atacaron sus respectivos ejércitos, sino supuestos blancos de milicias separatistas que actúan en los dos países. No obstante, los dos ataques constituyen mensajes entre Teherán e Islamabad. Y por cierto, son mensajes inquietantes.
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Se trata de dos potencias militares de gran envergadura. Una de ellas, Pakistán, posee arsenales nucleares, algo que la República Islámica está cerca de poder producir. La teocracia persa posee también un considerable poder misilístico de producción propia. Mientras que los paquistaníes tienen fuerzas armadas adiestradas y equipadas en el marco de una hipótesis de conflicto con la India, el archi-enemigo con el que se disputa la soberanía sobre Cachemira.
Teniendo en cuenta lo inédito y lo peligroso que implica el intercambio de bombardeos entre ambas potencias militares centroasiáticas, lo lógico es entender que si Irán atacó, sin previo aviso, supuestamente a milicianos separatistas que atravesaron la frontera y se ocultaron en Pakistán, el objetivo no eran esas milicias sino enviar un mensaje al gobierno pakistaní. La respuesta de Islamabad es que está dispuesta a una guerra abierta. Y una guerra irano-paquistaní sería un sismo que sacudiría el tablero internacional y se sumaría a los conflictos con potencial de Tercera Guerra Mundial.
Si no se trataba de mensajes entre esas dos potencias de Asia Central, entonces lo que hizo Irán constituye una inmensa negligencia, algo que no es común en un régimen que, aunque belicista y temerario, no da golpes de ese tipo sin calcular milimétricamente las consecuencias.
Ahora bien, más allá de las sospechas mutuas entre ambos regímenes, uno chiita y el otro suní, los ataques no fueron a sus ejércitos sino a milicias separatistas. ¿Quiénes son los secesionistas atacados?
Así como los vascos y catalanes ocupan territorios a ambos lados de la frontera entre España y Francia, igual que muchas otras etnias y naciones en el mundo, los baluchis son una antigua etnia que habita desde tiempos inmemoriales territorios en el sureste de Irán, el suroeste de Pakistán y una porción menor en el sur de Afganistán.
Ese extenso territorio se llama Baluchistán. En el lado iraní de la frontera, constituye la Provincia de Sistán-Baluchistán, cuya capital es Zahedán y sus habitantes baluchis se sienten segregados por ser minoría étnica y también religiosa. Los baluchis no son de la raza persa ni chiitas. Ser sunitas en una teocracia chií los margina, igual que a la minoría kurda que habita el norte del país.
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Por esa razón surgió décadas atrás el Jumbalá (Soldados de Dios), que lucó con métodos terroristas por separar el territorio baluchi del resto de Irán. Esa organización se disolvió poco después de que su líder, Abdelmalek Rigi, fuera capturado y ejecutado en Teherán.
No tardó en sustituirla otra organización separatista con métodos terroristas: el Jaish al-Adl (Ejército de la Justicia).
Igual que los separatistas cachemires de la India, los baluchis de Irán se ocultan regularmente en el lado paquistaní de la frontera, donde ahora fueron bombardeados por los iraníes.
Lo mismo hacen, en sentido inverso, los miembros del Ejército de Liberación Baluch (ELB), la milicia separatista que lucha para separar el Baluchistán paquistaní.
El objetivo del Ejército de Liberación Baluch es reconstruir el Kanato de Kalat, un estado autónomo que surgió en el siglo 17, existió bajo el dominio británico, y fue disuelto en 1955 por el flamante estado de Pakistán.
También en ese país los baluchis son segregados. Fue en el extenso desierto que habitan donde el gobierno, que por entonces encabezaba el primer ministro Nawaz Sharif, realizó en 1998 las pruebas atómicas que convirtieron a Pakistán en potencia nuclear. Lo que fue tomado como muestra del desprecio que las etnias paquistaníes dominantes, sindhis, punjabíes y pashtunes (que también tienen sus agrupaciones separatistas) sienten por los baluchis.
El hecho es que, en ambos lados de la frontera, los baluchis están en conflicto con los estados a través de sus milicias separatistas. Pero más allá del Baluchistán, los bombardeos que intercambiaron Irán y Pakistán fueron una señal de que la tensión entre los dos países está en la lista de potenciales guerras que sacudirían el mundo en estas décadas calientes.