Es como ver esas películas pochocleras que tendrán balaceras desproporcionadas y autos que chocan en persecuciones espectaculares. Lo que ocurre en Ecuador ya ha ocurrido en otros países carcomidos por el narcotráfico: guerras carcelarias y magnicidios cinematográficos.
El asesinato del fiscal César Suárez fue idéntico al que dio inicio el magnicidio que abrió la guerra entre el Estado colombiano y el Cártel de Medellín. La única diferencia es que, en el crimen que sacudió a Colombia en 1991, desde una moto dispararon las ráfagas que alcanzaron a la víctima que se desplazaba en su auto. En Quito, este miércoles fue desde otro auto que los sicarios narcos acribillaron el coche del fiscal César Suárez, quien murió en el acto.
El orden de los magnicidios que iniciaron las guerras contra el narcotráfico en Colombia y en Ecuador está invertido, pero la trama de la historia es la misma.
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Al ministro colombiano Rodrigo Lara Bonilla, por ser el primero en hacer investigar a Pablo Escobar y en denunciar su inmensa mafia narcotraficante, el Cartel de Medellín lo asesinó, enviando con ese crimen un mensaje a toda la clase dirigente, en especial a los funcionarios judiciales: así terminan quienes se enfrentan con el poderío narco. Y dos años más tarde, acribillaron durante un mitin político a Luis Carlos Galán, el candidato por el partido Nuevo Liberalismo a las elecciones presidenciales de 1993, cuya bandera principal en la campaña electoral era la lucha frontal y total contra el imperio de la cocaína que manejaba Pablo Escobar.
En Ecuador pasó lo mismo, pero al revés. Primero fue asesinado en un mitin electoral Fernando Villavicencio, el candidato cuya principal bandera de campaña era la lucha frontal y total contra el narcotráfico, y el miércoles fue acribillado en su automóvil César Suárez, el fiscal que llevaba el “Caso Metástasis”, la mayor investigación sobre el poder del narcotráfico porque ponía la lupa judicial en los vínculos de las poderosas mafias con la dirigencia política, el sistema judicial y los aparatos policial y militar.
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El fiscal asesinado también investigaba un gigantesco caso de corrupción en el sistema hospitalario, descubriendo vínculos entre funcionarios corruptos y capos narcos.
Junto a la Fiscal Diana Salazar y al presidente Daniel Noboa, el fiscal Suárez encabezaba la lista de enemigos a eliminar por las bandas narcotraficantes. Su muerte confirma la marcha de Ecuador hacia los abismos que empezó a recorrer Colombia a principios de la década del noventa.