El resultado es paradojal. El Partido Popular (PP) ganó, pero Alberto Núñez Feijóo no pudo cantar victoria, porque si bien el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) quedó segundo, la aritmética que quedó planteada en las urnas podría permitirle formar gobierno y mantener a Pedro Sánchez en el poder.
Ocurre que en un sistema parlamentarista al gobierno puede encabezarlo el partido que logra sumar más escaños aliados en el Parlamento, aunque no haya sido el partido más votado.
El centroderechista PP fue la fuerza más votada, pero no alcanzó la mayoría absoluta y el partido de ultraderecha VOX, que podría haberle proporcionado esos votos, se desplomó 19 puntos y, sumando los escaños que pudo retener, no alcanza para que Núñez Feijóo tenga la investidura asegurada.
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La izquierda aliada de Pedro Sánchez, que es la coalición Sumar, liderada por la vicepresidente y ministra de Trabajo Yolanda Díaz, también perdió varios de los escaños que en la última elección había conquistado Unidas Podemos (UP), pero en la larga estela de partidos regionales están los escaños que le permitirían al PSOE, aunque sólo sumó dos bancas, encabezar el próximo gobierno.
Por eso al completarse el escrutinio se vieron las cuatro escenas reveladoras de la paradoja planteada. El líder de Vox, Santiago Abascal, canalizó su mal resultado (a pesar de haberse mantenido como tercera fuerza a nivel nacional) atacando al PP, como si fuese el culpable de su fuerte retroceso.
En cambio Yolanda Díaz, a pesar de que Sumar no logró llegar a tercera fuerza y retrocedió siete escaños respecto a los de por si escasos que tenía UP, apareció exultante. Los partidos de la centroderecha y de la ultraderecha superaron al espacio de la centroizquierda y de la izquierda dura. Entonces ¿qué estaba festejando Yolanda Díaz? Festejaba que el próximo gobierno se conformará contando las moneditas, y a esa hora parecían más las moneditas que podría poner en su bolsillo Pedro Sánchez que los que podría juntar Núñez Feijóo. O sea, festejaba un resultado que dejaba la puerta abierta a la continuidad en el poder de la coalición que lidera Pedro Sánchez y la incluye.
Como Sumar finalmente sumó menos de lo que calculaba Yolanda Díaz, es posible que Sánchez sea más mezquino con esa fuerza a la hora de repartir vicepresidencias y ministerios. Aún así, para seguir al frente del gobierno, el PSOE necesita el puñadito disminuido de bancas que tendrá Sumar en la próxima legislatura.
Esos siete escaños menos del conglomerado izquierdista que lidera Yolanda Díaz, le permitirían a Pedro Sánchez, merced a la cantidad de moneditas (bancas) de los partidos regionales que podría acumular, encabezar un gobierno con más poder (ministerios y vicepresidencias) para el PSOE y menos para su aliado en la coalición oficialista. Un extraño “bingo” para el actual jefe del gobierno español. Otra paradoja del complejo tablero político que quedó planteado en las urnas. Por eso Pedro Sánchez apareció en el balcón de su sede partidaria más exultante que Núñez Feijóo, a pesar de haber quedado segundo.
Ganar sólo dos escaños, cuando cabía esperar un derrumbe después de la fuerte derrota del PSOE en las recientes elecciones regionales, explica parte de esa euforia extraña que mostraba Sánchez. La otra parte de la euforia se debe a que el tablero parlamentario podría permitirle mantenerse al frente del gobierno, incluso menos condicionado por su principal socio de coalición.
Por el hecho de que el PSOE quedó segundo, siendo superado por el PP, Pedro Sánchez en su discurso triunfalista no habló de partidos, sino de bloques: el bloque de la evolución y el bloque de la involución, que vendría a ser la derecha representada en la suma de PP más Vox.
La cuarta escena paradojal fue el discurso de Núñez Feijóo en el balcón de su sede partidaria. Levantaba los brazos y repetía que el PP ganó la elección, pero a su lado la dura Isabel Díaz Ayuso lo miraba con ojos cuestionadores y sin gestos de victoria y alegría.
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Las frases que hablaban de victoria fueron la espuma en un discurso en el que la parte sustancial fue señalarle a Pedro Sánchez que la tradición política en la democracia española es permitir la investidura del candidato más votado, sin recurrir a contubernios parlamentarios para birlar el triunfo al partido que se impuso por sobre los demás.
Así fueron investidos Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luís Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y el mismísimo Pedro Sánchez. Por eso el candidato más votado en las elecciones del domingo 23 de julio le reclamó al actual presidente del Gobierno que no bloquee su investidura.
EL PSOE ha sido siempre más hábil que el PP para conseguir apoyos parlamentarios a sus políticas gubernamentales. Esa habilidad y el hecho de que las fuerzas regionales que más bancas podrán sumar en la próxima legislatura están más a la izquierda que a la derecha, es lo que señala la posibilidad que tiene Sánchez de mantenerse en la Moncloa.
¿Qué pesará más en la cabeza de Sánchez a la hora de decir qué hacer? ¿Respetará la tradición política y permitirá la investidura del candidato ganador? ¿O se guiará por su ambición y bloqueará el ascenso del líder del PP, para mantenerse en el poder?