Que en pleno centro de Madrid hayan disparado un balazo en la cabeza del ex presidente del Partido Popular (PP) de Cataluña y uno de los fundadores de Vox, tendría que haber sido la noticia principal en todos los noticieros españoles y en el resto del mundo al referirse a España. Pero la noticia española que encabeza los medios en ese país y en el mundo, es el acuerdo que logró Pedro Sánchez para continuar en el poder, pagando con una amnistía a los separatistas catalanes que darán sus votos a la investidura.
Dos sicarios en moto descerrajaron un balazo que atravesó la mandíbula de Alejo Vidal-Quadras, quien sobrevivió por pocos milímetros. La primera sospecha es que detrás del atentado está la República Islámica de Irán, porque Vidal-Quadras era un firme sostén de organizaciones iraníes que luchan desde el exilio contra la teocracia chiita que impera en el país centroasiático.
Un atentado ordenado por Irán en un país europeo es un suceso de inmensa gravedad por lo que implica en el tablero internacional, además de su incidencia en España, por tratarse la víctima de un dirigente de peso en la vereda de la derecha española.
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Sin embargo, semejante acontecimiento quedó relegado a un segundo plano, porque en el mismo puñado de horas desde Bruselas llegaba la noticia de que el PSOE y Juntos per Cat, el partido independentista del fugado de la justicia española Carles Puigdemont, lograron un acuerdo para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno por cuatro años más.
La antesala de este pacto que completa los ya realizados con Esquerra Republicana, el otro partido independentista de Cataluña, Madrid y muchas ciudades españolas eran escenario de masivas protestas contra lo que consideran una “traición” a España.
La idea de una codicia de poder que deja los escrúpulos de lado a la hora de pactar, entre otros, con el partido separatista vasco Bildu, heredero del Herri Batasuna, que fue el brazo político de la ETA, opaca el discurso de Sánchez tratando de naturalizar pactos que resultan revulsivos para una parte significativa de la sociedad y de su propio partido.
Incluso muchos en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), empezando por Felipe González, la máxima figura de esa fuerza política por los roles históricos que cumplió y por sus exitosos gobiernos, sienten que Pedro Sánchez ha ido más allá de lo aceptable con el afán de permanecer en el poder.
González encabezó el gobierno durante trece años, ganando todas las elecciones y en varias oportunidades con mayoría absoluta en el parlamento. Muchas veces acordó con el nacionalismo catalán que lideraba Jordi Pujol y su partido, Convergencia i Unió (CIU), así como también con el Partido Nacionalista Vasco (PNV), pero en las concesiones que otorgaba jamás hubo medidas que pusieran en riesgo la unidad del reino.
Haber pagado esta investidura otorgando una amnistía a dirigentes independentistas catalanes que violaron la Constitución, implica una concesión que hace crujir el mapa. Sobre todo porque esos acuerdos iniciarán, seguramente, el trayecto hacia la realización de nuevos referéndums sobre la continuidad o no de Cataluña dentro del estado con capital en Madrid.
Semejante entrega podría desatar en el país ibérico un tembladeral político que fortalecería a la derecha ultranacionalista que representa Vox, el partido heredero del centralismo “castellanizante” que impuso a, sangre y fuego, la dictadura de Franco.