Aclaro que soy de los que creen que del fútbol, como pasión nacional, se puede aprender y enseñar mucho. Como hizo Mandela con el rugby para suturar la grieta infame del racismo en Sudáfrica, como está haciendo Bélgica para unir a los flamencos con los francófonos que prácticamente no se dan bola. Dicho esto, mi comentario apunta a esa sensación de tragedia griega que nos embarga por haber sido eliminados como fuimos.
¿Los argentinos somos personas a las que nos gusta planificar? Digo, ¿nos sentamos en diciembre en la mesa familiar, charlamos sobre lo que nos pasó ese año, lo que hicimos bien y mal, lo que podemos corregir, y proyectamos lo que vamos a hacer el año próximo para mejorar la armonía familiar, los ingresos, las horas de placer y diversión? ¿O simplemente vivimos el día a día, a lo que vaya saliendo?
Pongamos el caso de un empleado de cualquier empresa. ¿Planifica su vida laboral? ¿Piensa y elabora qué va a ser ese año, cómo va a trabajar para mejorar su posición en la empresa, o cómo se contactará con otra gente para ver de cambiar de trabajo y mejorar sus perspectivas de futuro? ¿Analiza y decide sobre cursos a llevar adelante para aprender un idioma, u otro oficio, o algo que mejore sus capacidades actuales?
Doy por sentado que la gran mayoría no hacemos nada de eso. Vivimos, simplemente, y nos vamos enfrentando a los problemas o las oportunidades que nos entrega el día a día. Entonces… ¿por qué Sampaoli debería ser distinto?, ¿por qué la AFA, debería ser distinta? Al fin y al cabo, ¿no son personas e instituciones argentinas también?
¿Cuál es la razón por la que les pedimos a los demás lo que no somos capaces de hacer nosotros?
Nos fue mal en el mundial. Muy mal. No llegamos a cumplir nuestras expectativas mínimas conforme al plantel que teníamos y al presupuesto que hemos gastado. Pero ya está. Deberíamos dar vuelta la hoja y no convertir una derrota futbolística en un drama nacional.
Volviendo al comienzo del planteo: y si en estos cuatro años nos dedicamos a planificar nuestras vidas, a charlar con nuestros hijos sobre su futuro, quizás, si del mundial de Qatar también nos volvemos antes de tiempo, en vez de enojarnos como si se tratara del riesgo de nuestra propia supervivencia como especie, en vez de despotricar contra Dios y María santísima y caerle con rigor de verdugo a medio mundo, nos lamentaremos, nos lamentaremos mucho quizás, tendremos un dejo de tristeza durante un par de días, pero vamos a tener por delante objetivos más esenciales, y quizás más placenteros que el triunfo de la selección: quizás uno de nuestros hijos toque el piano o la guitarra por primera vez en público, quizás otro muestre su primer gran dibujo a toda su familia, quizás anunciemos que hemos finalizado un curso que nos ha hecho mejores empleados o jefes o gerentes, quizás nos espere un paseo o unas vacaciones grandiosas con nuestros amigos o nuestras familias. Quizás, si apuntamos más a los que podemos hacer nosotros antes de ordenarle a Sampaoli, al Chiqui Tapia y a Messi que hagan lo que nosotros no haríamos, quizás, sólo quizás, le estaríamos dando a las cosas el lugar que se merecen.
Extracto del libro de Jorge Sampoli, "Mis latidos"