Los cumpleaños se transformaron en zoompleaños, las juntadas son virtuales, el vino se comparte por una pantalla y sólo en los bares podemos encontrarnos de a seis personas por grupo, con horarios y protocolos.
Ninguna opción es compatible con lo que conocíamos del festejo de la primavera.
Nadie imaginó que la estación de las flores nos encontraría aún en aislamiento social preventivo y obligatorio. Aunque el presidente Alberto Fernández asegure que ya no estamos en cuarentena, no hay reuniones autorizadas y toda celebración debe ser virtual.
Por primera vez desde que tenemos memoria, la ruta que une Córdoba con Villa Carlos Paz no se llena de adolescentes, conservadoras, manteles y purpurina. Tampoco de colectivos y refuerzos que llevan y traen miles de jóvenes. Todas las estudiantinas que año a año movilizan jóvenes pero también economías regionales se diluyeron detrás del velo de la cuarentena.
En este 2020, como nunca, el WhatsApp y las redes sociales se activaron con la misma pregunta: “¿Qué hacemos el lunes?”
La discusión se dio en los grupos de jóvenes pero también en el seno de cada familia: ¿Los dejamos salir? ¿Cómo hago para que se queden en casa? ¿Seis meses de encierro no es demasiado? ¿Qué hacemos si se contagian?
Las autoridades lo saben pero prefieren no mirarlo. La realidad es tan evidente que si uno observaba los espacios abiertos en la ciudad de Córdoba, el domingo 20 de septiembre, parecía un día normal. Cientos de chicos y familias salieron a disfrutar del sol y fantasearon con un festejo normal.
Los casos y la desobediencia
La primavera llega en el peor momento de los contagios y con un pico que, según las autoridades sanitarias podrían verse recién en las próximas semanas. Ayer, Córdoba sumó 598 nuevos contagios y superó la barrera de los 19 mil casos desde que comenzó la pandemia. En Argentina ya suman 631.365 los casos y superamos los 13 mil muertos en todo el país.
También es sabido que cuando la prohibición se hace presente, la clandestinidad comienza a tomar fuerza. La obediencia que se vio en la sociedad a comienzos de marzo, lentamente da lugar a la desobediencia a seis meses del comienzo del aislamiento.
El calor, el buen tiempo, la primavera, las hormonas, la juventud. Podemos explicar desde muchos puntos de vista la necesidad de salir. La realidad es que después de seis meses de cuarentena, el agotamiento social es tal que el confinamiento resulta casi imposible.
La primavera no hace más que ofrecer una excusa para incumplir con una norma que ya no tiene el mismo peso que en marzo. ¿Qué harán al respecto las autoridades?
A seis meses, todas las áreas de la economía y los estratos de la sociedad argentina piden soluciones, un horizonte sobre el cual se pueda trabajar y proyectar.
Lo complicado es que el desgaste de la cuarentena se produce en Argentina justo cuando el riesgo de contagio es mucho mayor que en marzo, cuando todos estábamos confinados y cumplíamos a rajatabla con las normas sanitarias.
La tristeza del encierro
El día comenzó con videos y regalos sorpresa de docentes y profesores que quisieron alegrarles la jornada a sus alumnos. Saben que muchos han sentido tristeza durante estos seis meses. No todos tienen los mismos recursos para hacer frente a la cuarentena ni la misma contención familiar.
“Prefiero exponerlo a un contagio que verlo triste todo el día”, la frase corresponde a una charla de WhatsApp de un grupo de madres. Todas quieren cuidar a sus hijos pero empiezan a ver en manifestaciones físicas y psíquicas el encierro y la falta de contacto con sus pares.
La respuesta de un sanitarista a esta lógica podría girar sobre el peligro de un contagio que se sabe cómo y dónde comienza pero no se pueden conocer sus posibles consecuencias incluso, dentro de la misma familia.
El dilema no es sencillo: proteger a los nuestros, cumplir con el aislamiento y buscar alternativas para mantener los vínculos o romper la norma, recuperar el contacto real y exponernos al contagio. La tristeza del contagio versus la tristeza del aislamiento.
La primavera llegó sin pedirle permiso al aislamiento y cumple con lo que le toca: florecer y llenar de color nuestras vidas.
Para el resto de los mortales, la realidad no es tan sencilla ni lógica. Por ahora, seguimos en cuarentena. Aunque a Alberto Fernández le moleste la idea que él mismo defiende.