Embriagado de petrodólares, Cristiano Ronaldo también firmó el contrato que lo convierte en una de las fichas del príncipe Mohamed Bin Salmán para ganar la partida contra los gobiernos democráticos que pretendían aislarlo por sus crímenes.
La diplomacia del fútbol, que también practican Emiratos Árabes Unidos y Qatar, ya había reclutado a Lionel Messi para la promoción turística de Arabia Saudita. Pero el ídolo portugués había rechazado el contrato que más tarde, con una cifra mucho mayor, aceptó el rosarino del PSG.
Con las fortunas acumuladas por ambos astros del fútbol, bien podrían haberse dado el lujo de rechazar la suculenta oferta, por provenir de un gobernante con sangre ajena en las manos y de un Estado oscurantista en el que imperan leyes crueles y retrógradas.
La trágica guerra que provocó el príncipe saudí en Yemen y desangra el sur de la Península Arábiga desde el año 2015, es una de las peores catástrofes humanitarias ocurridas en lo que va del siglo 21. A eso sumó el brutal asesinato perpetrado por sus agentes en el consulado saudita de Estambul. La muerte, descuartizamiento y desaparición del cadáver de Jamal Khashoggi es el caso que se conoció, por tratarse de un periodista radicado en Estados Unidos, que escribía en The Washington Post, y porque el presidente turco Reccep Erdogán mantiene una pésima relación con el reino saudí desde que al poder lo maneja el hijo del fantasmagórico rey Salmán.
Por esa enemistad, los agentes de los servicios de inteligencia de Turquía habían plagado de micrófonos el consulado saudí. Muchos analistas calculan que hubo otros crímenes perpetrados en el exterior por orden del príncipe Mohamed, y han pasado desapercibidos.
La forma en que se asesinó a Jamal Khashoggi permite sospechar que es un modus operandi, no un hecho accidental.
La cuestión no es el club de fútbol Al Nassr ni la promoción del turismo en las costas saudíes del Mar Rojo. El problema es que la mano que firma los cheques con cifras siderales está manchada de sangre. Y los firma, entre otras cosas, para romper el cerco que varias democracias y organismos internacionales intentan imponerle para aislarlo internacionalmente por sus crímenes.
Donald Trump había sido un protector de Mohamed Bin Salmán, con quien hizo negocios millonarios. Pero su sucesor demócrata en la presidencia, hizo que Estados Unidos se distanciara de Riad como forma de presión hasta que el heredero del trono deje de gobernar Arabia Saudita.
La invasión rusa a Ucrania con la consiguiente crisis de combustibles que generó a escala global, hizo que Joe Biden volviera sobre sus pasos y fuera a ver a Mohamed Bin Salman.
La crisis energética provocada por la guerra en Europa Central fue una tabla de salvación para hombre fuerte del reino. La otra tabla de salvación es el “sportswashing”, la práctica con que “lavan” su imagen los regímenes que flotan en petróleo y coleccionan denuncias de violaciones a los Derechos Humanos.
+ MIRÁ MÁS: Lula y el gobierno que nace a la sombra de una ausencia
Los contratos son tan suculentos que a grandes estrellas del fútbol les resulta conveniente olvidarse o no enterarse de que las manos que firman los cheques también firman ejecuciones por decapitación, o por Ley del Talión, además de sentencias a prisión o a la horca por homosexualidad.
Hay tantos ceros en esos cheques que mejor ni pensar que el país que los paga lleva el nombre de una familia y es, de hecho, propiedad de ese grupo de parientes.