Cuando le contamos a otro nuestras tribulaciones sobre el regalo para mamá, lo que en realidad estamos haciendo es esperar una aprobación firme a nuestra conducta del tipo “a mí me pasa lo mismo” para encontrar algo de consuelo y sobre todo una justificación a la compra de una baratija ocasional que funcione como buen regalo.
Déjeme decirle que eso tampoco va a aliviar su conciencia. Quizás lo ayude a decir la compra de la baratija, pero luego se pasará hasta el domingo convenciéndose de lo que ha hecho no es digno de un buen hijo, algo que va a corroborar una vez que mamá abra el regalo y ponga, como siempre una cara tremendamente agradecida, pero claramente exagerada para la ocasión.
Un buen consejo para ahorrarse el problema es, entonces, correr a un lado todas las excusas y enfrentar el problema tal como es: la madre es la persona que merece nuestro regalo más importante y no disponemos del tiempo o de la energía para pensar en compensarla como se merece. Una vez admitido esto, va a estar en el medio del río, lo cual significa que todavía le falta bastante pero que ya ha hecho la mitad del esfuerzo.
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El siguiente paso también es fácil de dar y le resultará de suma utilidad. Hay que tener claro que las madres siempre, pero siempre, van a darse cuenta si su regalo fue producto de una tarea especial o si chamboneó y le compró lo primero que vio en una vidriera al alcance de su bolsillo. Quiero decir, mamá sabrá perfectamente si usted fue a la perfumería, olió pacientemente cada aroma, recordó fragancias del pasado y las reconoció en los frascos modernos y fruto de esto eligió el mejor perfume posible o si directamente manoteó el primero que tuvo a mano total más o menos todos los perfumes son iguales.
Insisto, no intente engañar a mamá en ese plano. No olvide que es la persona que nos concibió, nos llevó nueve meses en su vientre, nos parió, nos amamantó, nos enseñó las primeras voces, los primeros pasos, nos evitó accidentes, nos acarició en momentos de tristeza y guió nuestra vida entera hasta que estuvimos en condiciones de enfrentarla solitos.
Nadie sabe más acerca de nosotros que mamá, ni siquiera nosotros mismos.
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Pretendo sugerirle que lo que sea que le regale, desde una bombacha a una caja de chocolate, desde una cartita escrita a mano hasta un bonito cubrecamas, cualquiera sea la decisión que tome, hágalo con la convicción de que le está regalando algo especial, en un día especial, a la persona más especial que tiene a mano.
Tómese unos momentos para pensar cuál es la mejor manera de conmoverla y cuán grata puede usted volver esa conmoción. No se preocupe por nimiedades como el costo del regalo. Nadie mejor que mamá va a entender eso. Preocúpese, eso sí, de que en el papel del regalo esté impregnado el amor y el agradecimiento a esa persona enorme que nos hizo ser quienes somos.
Esta columna fue publicada en el programa Córdoba al Cuadrado de Radio Suquía – FM 96.5 – Córdoba – Argentina.