Nuestros problemas hace rato que han sido resueltos no solamente en el mundo desarrollado sino en países hermanos como Chile, Uruguay, Costa Rica, Colombia y están cerca de resolverlos definitivamente también Bolivia, Ecuador y Perú. Las políticas de estado como pobreza, seguridad, el rol del Estado, de los privados, de los sindicatos, la posición frente al mundo, los grandes trazos económicos.
Nosotros seguimos discutiendo si la gente puede pagar una tarifa para la que no le alcanza el dinero, si un juez tiene derecho a tomar una medida judicial; discutimos todavía si el Estado puede gastar mucho más de lo que recauda, si los sindicalistas tienen el privilegio de enriquecerse, cometer tropelías y no ser sancionado por esto. Estamos enredados en temas que se han solucionado incluso en países como Ruanda, que hace apenas un poco más de diez años tuvo una guerra tribal que dejó millones de muertos.
Lo que sucede en Córdoba con Uber va a multiplicarse en todos los sectores.
Mientras nos desangramos discutiendo lo indiscutible, el mundo se cruje frente al terremoto de la era digital. Todos los expertos en el tema aseguran que en un lapso no demasiado mayor a diez años, el 80% de los puestos de trabajo que hoy existen no van a existir. El transporte de pasajeros tendrá vehículos autónomos, muchos de los estudios de abogados y consultorios médicos están siendo reemplazados por la teleabogacía o la telemedicina, la inmensa mayoría de los trámites en la administración pública se harán vía internet, la gente diseñará e imprimirá sus zapatos y zapatillas en su propia impresora 3D.
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Eso es lo que le está pasando al mundo mientras estamos ocupados en la urgencia. Lo que sucede en Córdoba con Uber va a multiplicarse en todos los sectores y como ocurre en este caso, no vamos a estar preparados para enfrentar la crisis. Ergo, la realidad nos va a pasar por encima. Tenemos dicho que en el mundo una aplicación en el teléfono celular nos informa a varias cuadras a la redonda sobre los espacios para estacionar y luego que estacionamos nos cobra automáticamente la tarifa respectiva, y acá todavía nos peleamos con los naranjitas.
No vamos a tener herramientas, ni conocimiento, ni disposición política para enfrentarnos a los grandes desafíos del futuro (en realidad del presente) y eso amenaza con producir una catástrofe social mucho más profunda que las extorsiones de un sindicalista que tiene miedo de ir preso por lavar dinero y enriquecerse a costa de los afiliados.
Es extraña esa personalidad autodestructiva que nos domina. Preferimos hundirnos todos a sentarnos y acordar pautas de supervivencia con nuestros adversarios.
Esta columna fue publicada en el programa Córdoba al Cuadrado de Radio Suquía – FM 96.5 – Córdoba – Argentina.