Cuenta la historia que el guardapolvo blanco surge en el ámbito de las escuelas públicas para unificar, para borrar las diferencias, para igualar lo que se presenta heterogéneo. No están claros los nombres de todos los que promovieron la idea, pero sí que, a partir de 1919, por recomendación del Consejo Federal de Educación, se impuso la utilización de un uniforme de color blanco con un objetivo claro: “Evitar visibles diferencias en la vestimenta de los chicos”.
El concepto del guardapolvo es mucho más profundo que la simple referencia a la vestimenta y lejos está de solucionar las diferencias que, sin elegirlas, cargan sobre sus hombros los estudiantes.
Después de más de 100 años, uno podría imaginar que aquellas diferencias, en tiempos de altos porcentajes de analfabetismo y escasez de escuelas, ya fueron saldadas.
Sin embargo, un estudio de la organización Argentinos por la Educación nos regala una muestra gratis de la dura realidad educativa de la Argentina: sólo 16 alumnos de cada 100 terminan en tiempo y forma los 12 años de formación educativa primaria y secundaria. Y por si ese número no fuera lo suficientemente alarmante por sí solo se agrega el contexto de los 16: los alumnos de mayores ingresos y con familias de niveles educativos altos, tienen mejores trayectorias escolares.
El informe “Cómo son los 16. Trayectorias escolares desiguales en la Argentina”, muestran datos que confirman la desigualdad: casi el 64 por ciento de los alumnos que llegan con aprendizajes esperados en lengua y matemática al último año del secundario pertenecen a escuelas de gestión privada. De los 16 que terminan en tiempo y forma, 9 tienen madres con educación superior, 4 madres con secundarios completo, 2 secundario incompleto y apenas 1 con nivel primario. Y a estos datos se suma que el 52 por ciento pertenece al tercil socioeconómico más alto, el 32 al medio y sólo el 15 por ciento al más bajo.
+ VIDEO: uno de los investigadores habló con Arriba Córdoba:
Esta realidad no es nueva. En cada evaluación formal organizada por el estado, en todos sus niveles, los resultados son preocupantes. Mucho más después de dos años de pandemia. El problema no es sólo educativo y, por lo tanto la respuesta, tampoco lo es.
Privado versus estatal
Según el estudio, en el cohorte analizado durante 12 años se muestra que en los primeros grados, el porcentaje de alumnos en escuelas públicas es mayoritaria. Sin embargo, a medida que avanzan en la formación, el número se invierte. Para el final de la secundaria, la mayor parte de los alumnos están en el sector privado. ¿Qué pasó en el proceso?
Aunque todavía no hay datos que lo comprueben directamente, es probable que tener cimientos deficientes sobre los que construir futuros aprendizajes sea la base del problema. La complejización sumado a un país con graves problemas económicos y sociales transforma a las escuelas en lugares incapaces de retener a sus estudiantes. Aunque los alumnos se caen mucho más del sistema educativo secundario, el problema parece haber empezado varios años antes.
Padres con formación académica
La pandemia nos puso en evidencia. Las madres y los padres tuvimos que sentarnos e involucrarnos en la educación de nuestros hijos. Sin ser docentes, ayudamos, enseñamos, acompañamos, investigamos y sostuvimos. Ese proceso es el más claro ejemplo de la diferencia que puede hacer la formación. No nos sorprende entonces que, según el estudio, la mayoría de los alumnos que terminan el secundario de manera correcta, tengan madres con estudios superiores.
Mayores recursos, mejor trayectoria escolar
Victor Volman, es director del Observatorio Argentinos por la educación y nos recuerda que “la literatura en educación y en sociología estudia esto (diferencias y desigualdades) hace mucho tiempo, desde los 60, 70 y que se sabe que el efecto cuna era muy fuerte y la reproducción de las desigualdades tenía un correlato intergeneracional”. El estudio viene a confirmar esta realidad.
Con una pobreza que crece y una infancia sumida en las desigualdades, parece casi imposible que la escuela pueda borrar esas diferencias. El debate sobre las necesidades que presenta la educación en argentina es el primer paso para buscar soluciones pero hoy casi no existe en la agenda política.
Un informe que nos grita en la cara que sólo 16 chicos de cada 100 egresan del secundario sabiendo lengua y matemática debería escandalizarnos al punto de exigir cambios y explicaciones. Y, sin embargo, no lo hacemos.
La escuela necesita de políticas públicas, de partidas presupuestarias bien invertidas, de reformas curriculares, de formación docente, de nuevas preguntas para obtener nuevas respuestas, de una sociedad que se involucre.
Mientras todo esto no pase, la escuela, sobre todo la escuela pública, no podrá cumplir con su rol igualador y generador de oportunidades para todos.
Porque no alcanza con ponerles un guardapolvo blanco.