El escándalo de las vacunas VIP nos hizo sentir de golpe, como un fuerte cachetazo en la cara, que en la Argentina no todos somos iguales. La cercanía al poder nos otorga beneficios y privilegios que se nos presentan prohibidos si no pertenecemos a cierto círculo de personas.
La educación, más concretamente la escuela, debería ser un elemento igualador, una instancia más solidaria y equitativa. Sin embargo, el regreso a las aulas en Córdoba vuelve a demostrar que eso es ilusorio, que está lejos de ser igual para todos.
Hay una línea que divide acceso de exclusión. Hoy está dada por la posibilidad de asistir a una escuela que cuente con los recursos disponibles para adaptar su estructura y funcionamiento a los requerimientos sanitarios.
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En el ámbito público, según datos oficiales 36 establecimientos no lo están. En la práctica parecen más. En un universo de casi 3.800 escuelas en la Provincia, el número parece menor pero multiplicado por cada uno de los niños que se quedan sin la posibilidad de asistir de manera presencial, la cifra parece demasiado grande.
El 1° de marzo, fecha marcada en el calendario como el regreso masivo a las aulas, no es para todos. Entonces, aquella brecha que en 2020 estuvo marcada por lo digital vuelve a aparecer en 2021, ya en el primer día de clases, pero mucho más profunda.
Un calendario tardío
Obras que no se hicieron a tiempo, planificaciones que llegan tarde, presupuestos aprobados sobre la fecha. Todas variables que explican aunque no justifican que haya chicos que no pueden tener clases presenciales después de un año sin asistencia a los centros educativos. ¿Será necesario repetir lo por todos conocido que estamos hablando de un año?
Por todo esto, otra vez, ese guardapolvo que tanto medimos, lavamos, planchamos y preparamos no será necesario usarlo. Hasta le pusimos un distintivo con el número de la burbuja de la cual forman parte. Tan emocionados y privilegiados estaban aquellos que iban a ser los primeros en volver este lunes. La realidad les volvió a dar una cachetada en la cara. El regreso no es para todos.
Ahí están los guardapolvos. Esos que hace exactamente un año preparamos en familia, sin saber que a las dos semanas escucharíamos el anuncio del presidente Alberto Fernández sobre la cuarentena. “A partir de mañana deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio”. Esas palabras aún resuenan y tienen consecuencias en la actualidad.
¿Y ahora? Ahora, tampoco sabemos qué esperar. En algunos colegios, el viernes previo al comienzo de clases, comunicaron que las obras necesarias no están terminadas y en algunos casos, ni siquiera comenzaron esas tareas de reparación. “Sin fecha de finalización de obras”, rezan algunos de los comunicados que llegaron, por e-mail, a los padres.
“Para el 8 de marzo estarán todas las escuelas en condiciones de volver”, asegura un funcionario provincial como si esa fuera la fecha de inicio de clases. Pero no, era el 1° de marzo.
Lo que no representan los números
En el medio, las familias tienen que comunicarles a sus hijos que se guarden un rato más la alegría de volver, que no se van a reencontrar el lunes con sus amigos que no ven hace meses y que no le podrán poner rostro a esa voz que escucharon por WhatsApp durante todo el 2020.
Las ilusiones rotas no entran en el cálculo del presupuesto educativo. Esa factura la tenemos que pagar los padres, las familias, como podamos o nos salga.
Los funcionarios tampoco calculan el simbolismo que representa para los alumnos formar parte del grupo que vuelve o del que no puede hacerlo porque asiste a una escuela que no está en condiciones. Es el propio sistema, pensado y diseñado para ser igualador, el que está poniendo una marca diferencial, una brecha, una distancia.
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O sea, el sistema educativo termina siendo lo contrario de una de sus principales razones de ser. Y no estamos hablando de una cuestión que tenga que ver con la excepcionalidad de lo sanitario.
Los docentes una vez más, tendrán que adaptarse. Todo lo que estaba preparado para el reencuentro del lunes se transformará en una videollamada, en dos horas en vez de cuatro y en un aprendizaje metido con fórceps en una computadora.
El lugar que una sociedad le otorga a la educación marca en gran medida el futuro de las nuevas generaciones y las posibilidades de progresar en todos los sentidos posibles.
Hoy, la familia que tenga recursos, conocimiento y acceso podrá ofrecerles a sus hijos alternativas que los formen y los preparen para el futuro. Los que no, están solos.
La brecha (económica, digital, de conocimiento, de acceso) se profundiza más ante un Estado que no puede ofrecer equidad. En ningún terreno. Ni en lo elemental, de poner una vacuna o darle clases a un chico.