Para Daria Dugina los ucranianos eran una nación artificial, creada por las potencias occidentales que quieren reducir territorialmente a Rusia y debilitarla; también ella apoyaba con fervor la invasión ordenada por Vladimir Putin con el objetivo de expandir el territorio hasta las fronteras de lo que fue el Imperio Ruso.
En el funeral parecían sonar tambores de guerra. El padre de Dugina la calificó de “mártir” de la causa rusa. Para el autor de la Cuarta Teoría Política e impulsor del neo-euroasianismo, el brutal atentado que estaba dirigido a él pero mató a su hija debe ser respondido con una ofensiva total y devastadora sobre Ucrania.
Hasta aquí, Rusia se ha contenido de usar a fondo el poder de sus misiles contra las ciudades de Ucrania. Moscú podría borrar del mapa esas urbes y personajes como el ex primer ministro y ex presidente Dmitri Medvedev, que han exhibido públicamente un aborrecimiento oscuro y viscoso a los ucranianos, además del deseo de que desaparezcan como nación, estarían viendo en el atentado que mató a Daria Dugina la justificación de bombardeos que demuelan Kiev, Jarkov, Mykolaiv, Odesa y demás grandes ciudades bajo cuyos escombros sucumbiría Volodimir Zelensky y la tenaz resistencia ucraniana.
En ese sentido apunta la conclusión a la que, demasiado apresuradamente, llegó el FSB. Según el heredero del KGB soviético, fue una ucraniana militar que trabaja como agente del aparato de inteligencia de Ucrania, quien puso la bomba en el auto de Aleksandr Dugin. La respuesta de Kiev no se hizo esperar: fue el propio Vladimir Putin quien ordenó el atentado con el objetivo de muñirse de justificaciones para lanzar bombardeos de saturación sobre las principales ciudades ucranianas.
El padre de la joven periodista que murió por la explosión todavía miraba horrorizado el auto en llamas y caía en cuenta que el blanco no era su hija sino él, cuando halcones como Medvedev ya susurraban al oído de Putin que la respuesta al “criminal ataque ucraniano” debía ser demoledora.
+ MIRÁ MÁS: ¿Y si el acting de Cristina fue montado para no hablar del ajuste?
Seguramente, a Putin le hirvió la sangre al enterarse. Este atentado terrorista apuntó a la esencia ideológica de su proyecto. “La Cuarta Teoría Política” de Dugin es la guía del jefe del Kremlin. En esa teoría, a Rusia, más que una nación, la habita un espíritu cultural y religioso predestinado a la grandeza. La doctrina del “euroasianismo” que impulsa el filósofo ultraconservador, es el proyecto geopolítico del Kremlin.
Dugin rusificó la teoría del geógrafo británico Halford MacKinder, quien dejó de lado la visión del norteamericano Alfred Mahan que señalaba el dominio de los mares como clave de dominación del mundo, para sostener que el espacio cuyo control es el instrumento para construir liderazgo hegemónico, es el “hertland”, la mayor masa continental del planeta.
Ese “corazón” geográfico que señaló MacKinder es Eurasia. Dugin adoptó esta convicción y la convirtió en credo geopolítico del nacionalismo ruso. Desde entonces predica la necesidad de recuperar los territorios que integraron el Imperio Ruso.
Putin es un poderoso discípulo del Filósofo que, para recuperar las fronteras alcanzadas por las conquistas de Pedro el Grande y Catalina II, creó en los años ´90 el Partido Nacional Bolchevique, que posteriormente se transformó en el Partido Eurasia. Ninguna de esas fuerzas políticas logró adhesiones masivas, pero su prédica llegó a la cumbre del poder en Rusia porque conquistó al zar de la era postsoviética. Esa gravitación en el presidente incluye el desprecio a la democracia liberal, resaltando la supremacía del ser colectivo por sobre el individuo; la valoración del cristianismo ortodoxo como elemento trascendental del espíritu y la cultura rusos; la idea de hacer desaparecer a Ucrania como nación porque ese territorio y el pueblo que lo habita son rusos.
Tales visiones incidieron en la invasión de Ucrania. También la convicción de Dugin de que Rusia debe reemplazar a la OTAN como proveedor de seguridad a toda Europa, a la que ya provee de los combustibles que la hacen funcionar.
Cuando en 1999 una ola de atentados causó casi 300 muertes en Moscú, Volgodonsk y la ciudad daguestaní de Buynaksk, Vladimir Putin era primer ministro y su reacción fue ordenar al ejército ruso arrasar Chechenia sin contemplaciones. La segunda guerra contra el independentismo caucásico ya había comenzado, como respuesta a la invasión de Daguestán lanzada por la milicia de Shamil Basayev con el terrorista saudí Ibn Al-Kattab. Pero las bombas que demolieron edificios hicieron que Putin criminalizara totalmente la embestida contra el separatismo checheno.
Es probable que la explosión en el auto de Aleksandr Dugin matando a la hija del filósofo, active en el jefe del Kremlin una furia devastadora como la que activaron las bombas del terrorismo islamista en 1999.