Todo en Santiago Peña fue prematuro. Todo le ocurrió demasiado joven. Fue padre a los 17 años. Empezó a trabajar de economista en el Banco Central de Paraguay antes de graduarse en la Universidad Católica Nuestra Señora de Asunción. No tenía 30 años y de estudiar Políticas Públicas en la universidad norteamericana de Columbia, pasó a trabajar para el FMI. Y con apenas 35 años se convirtió en Ministro de Economía de su país.
Ahora, con 45 años, se convierte en uno de los presidentes más jóvenes de Latinoamérica. Primero tuvo que vencer en la interna del Partido Colorado a Arnoldo Wiens, el candidato del ala liderada por el presidente Mario Abdo Benítez. Y en la elección presidencial venció a Efraín Alegre, quien con sesenta años intentó por tercera vez llegar a la presidencia, perdiendo las dos primeras con Horacio Cartes y con el actual presidente.
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Efraín Alegre fue ministro de Fernando Lugo, quien encabezó el único gobierno que no perteneció al Partido Colorado en más de siete décadas. Ese era un flanco débil: aquel gobierno de la coalición entre el izquierdista Frente Guasú, de Lugo, y el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), vivió un golpe interno con el impeachment turbio y vertiginoso que sacó de la presidencia al ex obispo de San Pedro y se la dio al liberal Federico Franco.
Por cierto, el Partido Colorado tiene en su historia internas más truculentas aún. Alcanza con recordar el accidentado gobierno de Juan Carlos Wasmosy, primer presidente civil tras los generales Stroessner y Andrés Rodríguez; pero sobre todo el tumultuoso gobierno que encabezó el oviedista Raúl Cubas Grau y durante el cual fue asesinado el vicepresidente anti-oviedista Luis Argaña.
La última década de gobiernos colorados le dio a Paraguay un crecimiento económico notable, pero la pobreza siguió siendo mayoritaria y hasta allí no llegó ni una gota de la riqueza que se acumuló en la cúspide de la pirámide social.
El Partido Colorado, fundado en el siglo 19 por el general Bernardino Caballero y exponente del conservadurismo católico, se impuso una vez más merced a su formidable organización de base y su inmenso aparato clientelar y prebendario.
Para la oposición es muy difícil competir contra semejante estructura. A eso se suma la notable trayectoria profesional del candidato ganador. Pero lo que tiene por delante no es un jardín de rosas. Le será difícil tener una buena relación con Estados Unidos, porque su mentor es Horacio Cartes, el millonario ex presidente al que Washington acusa de corrupto.
Tampoco le será fácil entenderse con el otro gigante mundial que quiere gravitar sobre la región: China. El régimen chino había apostado por el candidato opositor Efraín Alegre, quien prometía virar la política exterior paraguaya hacia Beijing.
Efraín Alegre había logrado conformar una amplia coalición de partidos de centroizquierda, la Concertación Nacional, encabezada por los liberales, pero los resultados muestran que el candidato de Cruzada Nacional, Paraguayo Cubas, quien se presentó como anti-sistema, logró absorber una notable cantidad de votos.
El nuevo presidente deberá tener en cuenta que, si se suman los votos que se repartieron entre las fuerzas opositoras, se ve claramente que el rechazo al Partido Colorado es mayor al apoyo con que aún cuenta y le permitió otra victoria electoral.
Las bases del coloradismo votarán siempre al candidato propuesto por el partido pero, en la dirigencia, la grieta que ha provocado Cartes no va a cerrarse fácilmente. Como muestra de la profundidad de la fractura interna, el presidente Mario Abdo Benítez no apoyó públicamente al candidato de su partido.
Santiago Peña ha sido siempre el “joven maravilla”. Ahora se verá si, como presidente, logra afrontar con éxito los desafíos y cuadraturas de círculo que tiene por delante.