El mensaje que llegó a radio Suquía terminaba con esta frase: “Para pensar distinto y no pensar en darme un tiro”. El locutor, al leerlo, respiró y cerró: “Ya no doy más”.
Antes contaba que hace dos meses había conseguido trabajo y que el patrón le avisaba que si no iba, lo perdía. Daniel Alassia, dicho técnicamente, lo puteó al patrón desconsiderado. Y la gente empezó a ofrecerse para llevarlo. Como si la solidaridad no hiciera paro.
La captura de ese mensaje se fue viralizando durante el día. Nos alivió saber que un panadero se ofreció para alcanzarlo al trabajo al trabajador anónimo.
Lo que siguió fue el debate, gente que se acordó de los choferes, gente que se acordó del patrón de la amenaza, gente que se acordó de los periodistas, gente que se acordó de las autoridades, de las empresas, del gremio, del poder concedente y de la mar en coche (coche particular, no colectivo).
Y gente que se olvida. Les guste o no les guste, del escaso universo de personas que tienen trabajo no todas tienen la posibilidad de decir: “No hay colectivo así que simplemente no voy, patrón”.
El padre de los tres hijos, hoy, era parte de ese segmento sin igualdad ante la ley y ante la ausencia de colectivos.