Su vida se apagó de repente a los 41 años. El helicóptero en el que viajaba se vino a tierra y apagó una luz que brillaba demasiado. Se había retirado en 2016 pero nunca se alejó del basquetbol. Esa mañana trágica viajaba junto a su pequeña hija de 13 años y siete personas más a un torneo juvenil en un estadio que llevaba su nombre.
La noticia conmueve al mundo porque nadie merece despedirse así, y mucho menos él. Su muerte provocó reacciones y homenajes inmediatos en todo el planeta. Miles de fanáticos se acercaron al estadio de los Lakers con la esperanza de que la noticia fuera una broma de mal gusto.
A lo largo de su carrera profesional fue el más feroz de los competidores de las últimas décadas. Kobe Bryant se fue y dejó un legado infinito. No sólo fue uno de los más grandes jugadores que dio el básquetbol en toda su historia, sino que se erigió en un embajador deportivo mundial sin precedentes.
La obsesión por la superación, el repertorio técnico, la necesidad de jugar, ganar, devorar récords y reescribir los libros fueron atributos que marcaron su carrera.
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Fue llamado a ser el heredero natural de Michael Jordan. Supo jugar con la presión y hasta disfrutó de ella. Fue el único basquetbolista que supo y pudo llevar la corona que Su Majestad dejó vacante.
El estadio de los Lakers, en los Ángeles, fue su única casa en la NBA, marcando una fidelidad difícil de ver en estos tiempos. Fue el símbolo de una franquicia que se globalizó antes que ninguna otra cuando la NBA no había penetrado en los cinco continentes. En un homenaje único, los números 8 y 24 que utilizó en sus veinte temporadas fueron retirados en diciembre de 2017.
Incluso antes de su retiro fue situado en el Olimpo de los dioses de la NBA. En 20 años de mágica carrera ganó cinco anillos y se colgó dos medallas de oro con Estados Unido en los Juegos Olímpicos. Pero también hay que contar 18 presencias en el Juego de las Estrellas, dos galardones como MVP de las finales y una en la temporada.
Desde ayer, el ídolo se convirtió en leyenda y su imagen se eleva más alto que nunca. Desde ayer, el cielo de Los Ángeles tiene una nueva estrella que brillará por siempre.