La guerra que comenzó hace un año es la consecuencia de las políticas de injerencia en las cuestiones de Ucrania que comenzó ni bien se firmó el Tratado de Belavezha, por el que se disolvió la Unión Soviética en 1991.
Los primeros dos presidentes de la Ucrania pos-soviética, Leonid Kravchuk y Leonid Kuchma, debieron lidiar con las presiones del gigantesco vecino. Pero ambos actuaron para blindar la independencia de Ucrania respecto a la Federación Rusa en dos momentos claves: en el Tratado de Belavezha, el presidente Kravchuk logró que Moscú aceptara que Ucrania conserve las fronteras que adquirió dentro de la URSS, en la década del 50, o sea conservando la soberanía sobre todo el este y el sur, desde el oblast de Jarkov (en el noreste) hasta la Península de Crimea con toda la costa norte del Mar de Azov.
Kuchma, quien igual que su antecesor fue miembro de la nomenclatura comunista, hizo otro aporte a la consolidación del mapa ucraniano que se conformó en la era soviética: al aceptar lo que demandaba la presión rusa con el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña, cedió los arsenales nucleares soviéticos a Rusia, pero en el Memorándum de Budapest hizo incluir un nuevo compromiso ruso de respetar las fronteras establecidas bajo el liderazgo de Nikkita Khrushev en la URSS.
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Kushma, que también había dado los primeros pasos importantes de acercamiento societario con la Unión Europea, obtuvo ese compromiso de Moscú antes de entregarle lo que constituía el tercer arsenal nuclear más grande del mundo.
La continuidad de las injerencias rusas potenciaron a la dirigencia más abiertamente anti-rusa. Para dejar el poder en manos del pro-ruso Partido de las Regiones, agentes de inteligencia envenenaron con dioxina al líder soberanista Viktor Yushchenko, candidato a la presidencia por la facción contraria a Moscú. Sobrevivió pero con el rostro deformado por el veneno. Y como lo mismo ganó la elección al candidato pro-ruso Viktro Yanukovich, se perpetró un fraude en su contra y eso hizo estallar la llamada “Revolución Naranja” que obligó a repetir la elección. Finalmente, ganó Yushchenko y se convirtió en presidente, avanzando en acuerdos de asociación económica con Europa.
A la siguiente elección la ganó Yanukovich. El dirigente del Partido de las Regiones había prometido ratificar e implementar el acuerdo alcanzado con Bruselas para la asociación económica entre Ucrania y la UE. Por eso, cuando bajo presión de Moscú dejó desistió de ratificar e implementar los acuerdos con la UE, estalló la “revolución del Maidán” que lo derribó del cargo en el 2014.
Los siguientes gobiernos fueron adversos a Moscú, pero Vladimir Putin se adelantó a la pérdida de control sobre Kiev y realizó en el 2014 la ocupación y anexión de Crimea, además de incrementar el fomento a la actividad separatista en Donetsk y Lugansk.
Según líderes disidentes rusos, como el encarcelado Alexei Navalny y el asesinado ex vice-primer ministro Boris Nemtsov, el ejército ruso incrementó la infiltración de militares en Donestk y Lugansk, para fortalecer al separatismo en guerra contra el ejército ucraniano.
En el 2015 ya se denunciaba, en la propia Rusia, la encubierta injerencia militar rusa en el conflicto del Este de Ucrania. Y hace exactamente un año Vladimir Putin dio el siguiente paso: la invasión del país vecino, iniciando la guerra cuyo final aún no se vislumbra y que está ahogando vidas ucranianas y rusas en un pantano de sangre eslava.