Comenzó a jugar golf cuando apenas tenía dos años. Al nacer, su padre Earl le puso como apodo "Tiger" en homenaje al seudónimo de un vietnamita que le salvó la vida cuando él combatía en el sudeste asiático.
Su progreso como deportista asombró a todos desde el comienzo, pero como era negro no lo dejaban jugar en la única cancha que había en su Cypress natal, una pequeña localidad de California.
Pero no se amilanó y le pidió a Earl que desafiara a jugar a los mejores del club. Si les ganaba, podría practicar en ese campo de golf. El reto fue aceptado y el orgullo de los rivales quedó por el piso cuando Tiger les pasó por arriba. Buenos golfistas al fin y al cabo, se asombraron de las cualidades de ese niño, le abrieron las puertas y Tiger después practicaría hasta que se hacía de noche.
Y eso se le hizo costumbre, hasta el presente. Es que tiene una determinación y una tenacidad de hierro que lo han llevado a convertirse en leyenda.
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Vinieron los triunfos, la fama y el dinero, pero también el súbito declive. Un escandaloso divorcio en 2009 lo llevó a convertirse en un héroe de barro. Era el ídolo de millones de norteamericanos, pero como ha ocurrido miles de veces, del árbol caído todos quieren hacer leña. Más aún si eres negro y vives en los Estados Unidos. Y ello a pesar de que hacía muy poco que otro negro, Barack Obama, acababa de asumir como presidente.
Ese mismo año anunció su retiro provisional del golf porque quería recomponer la relación con sus hijos, pero el estrés sufrido y los esfuerzos de la práctica constante minaron su físico y vinieron las lesiones en la espalda que le provocaban dolores insoportables. Lo sometieron a cuatro operaciones sin mayor éxito. Calmantes, drogas y alcohol lo convirtieron en casi un despojo. No podía levantarse de la silla y sólo caminaba si podía apoyarse en alguien.
"Nunca se rindan. Rendirse no es una opción"
Pero no se entregó. Vino una quinta operación, desaparecieron los dolores y se animó a volver a hacer un swing.
El año pasado retornaron su magia e influjo: 60.000 fanáticos lo siguieron como a un líder mesiánico cuando volvió a ganar un premio importante.
Hace 48 horas, otra vez enloqueció a otros miles que no se cansaron de vivarlo cada vez que iba recuperando terreno en el mítico Master de Augusta, el máximo torneo mundial. Y cuando por quinta vez se consagraba campeón, el delirio fue total.
El festejo de Tiger fue único. Un prolongado grito que se sumó al coro vociferante.
Es que no era un triunfo más, sino un renacer que emocionó a todos. Un ejemplo de que se puede volver de los abismos.
Cuando en conferencia de prensa le preguntaban qué mensaje podía dejarles a los que se enfrentan a grandes desafíos, les decía: "Never give up. To give up is not an option" (Nunca se rindan. Rendirse no es una opción).
Muy similar al "Piú Avanti" de Pedro Bonifacio Palacios, quien como Eldrick Tont Woods tenía un sobrenombre: Almafuerte.
"No te des por vencido, ni aún vencido
No te sientas esclavo, ni aún esclavo
Trémulo de pavor, siéntete bravo
Y arremete feroz, ya mal herido"
¿Leíste a Almafuerte, Tiger?