“En Argentina no hay política deportiva y por lo tanto no hay cultura deportiva. Cuando vamos a unos Juegos Olímpicos nos venimos 28º en el medallero. Si eso es ser bueno en lo deportivo, tengo mis dudas. Como triunfamos en los deportes colectivos que nos gustan, creemos que somos exitosos a nivel deportivo mundial, pero no lo somos. Nos va bien en algunos deportes de conjunto que se juegan con la pelota: hockey, fútbol, hoy el básquet, Los Pumas, el vóley. Son los que están contenidos en los clubes”.
Las palabras que Sergio Hernández, entrenador de la Selección Argentina de básquet, dijo en 2019 son tan ciertas que duelen. Se trata nada menos que de la mejor radiografía del deporte argentino.
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Estas palabras sirven para empezar a entender dónde estamos parados y qué tenemos que esperar cuando comienza un Juego Olímpico. Hasta dónde reclamar y criticar a nuestros deportistas y qué pueden hacer los atletas argentinos ante los mejores atletas del planeta.
Argentina llevó a Tokio 178 deportistas, la tercera delegación más grande de su historia, y volvió al país con tres medallas: una de plata obtenida por Las Leonas y dos de bronce alcanzadas por el vóley masculino y los Pumas en el rugby seven.
En las últimas semanas hubo muchas críticas, principalmente en redes sociales, por el desempeño de nuestros deportistas. Apenas terminados los Juegos Olímpicos es preciso preguntarse: ¿Nos fue bien o nos fue mal en Tokio?
Antes de indignarse frente al televisor y criticar en redes sociales es preciso conocer la realidad del deporte argentino para entender por qué nos fue como nos fue en Japón.
Si es en grupo, es mejor
En los últimos cuatro juegos olímpicos Argentina ganó 17 medallas, de las cuales 12 fueron obtenidas en competencias por equipos. Ciclismo, fútbol, básquet, hockey femenino y vela en Pekín 2008. Hockey femenino y vela en 2012, nuevamente vela y el hockey masculino en 2016. En 2021, fue el turno del rugby, el vóley masculino y el hockey femenino de subirse al podio.
Sin ir más lejos, el 40% de las 77 medallas que ganó Argentina en toda su historia olímpica las consiguió en deportes en conjunto. Los equipos de nuestro país se colgaron 30 preseas (nueve doradas, siete plateadas y 14 de bronce).
¿A qué se debe este éxito en deportes colectivos? El análisis es profundo y las respuestas son variadas. Una razón es la idiosincrasia de los argentinos. Concebimos el deporte como una actividad social y preferimos hacer actividad física en grupo para relacionarnos con otras personas.
Sin lugar a dudas los clubes cumplen un papel fundamental en este fenómeno. Estas estructuras, tan golpeadas durante la pandemia y con poco apoyo del Estado, son fundamentales para los deportistas desde la primera edad. Los clubes contienen, forman y apoyan desde un comienzo.
Los deportistas de disciplinas individuales corren con desventaja respecto a los deportes grupales. Son menos populares y tienen menos infraestructura. En muchos casos, no tienen el amparo y el apoyo necesario para desarrollarse en el alto rendimiento.
Ser primeros o nada
En Argentina, el fútbol es, por escándalo, el deporte más popular. Acapara la mayor cantidad de fanáticos y concentra la mayoría del tiempo destinado al deporte en los medios de comunicación.
Esta pasión futbolera, exaltada tras la obtención de la Copa América hace unas semanas, construye una ficción y una concepción errada del deporte en general.
Este fenómeno se llama futbolización del deporte. Según esta lógica, ser campeón es lo único que importa y los demás no sirven. Solo interesa el ganador del título y el resto son perdedores.
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Tan es así que en los torneos de clubes por el mundo no se juega el partido por el tercer puesto porque a nadie le interesa. Esto mismo sucederá en los torneos de selecciones que ya decidieron hacer lo mismo porque ese partido despierta muy poco interés.
En el olimpismo la competencia se afronta con distintos objetivos. Cada deportista llego a Tokio con metas propias y afronta su propia batalla. Mientras unos apuntan a subirse a un podio, otros se proponen mejorar sus marcas, ganar experiencia, competir con los mejores o simplemente clasificar.
Es por esto que en los Juegos Olímpicos la cantidad de medallas no va de la mano con el concepto de éxito deportivo.
El impacto de la pandemia
El coronavirus fue el gran protagonista de los Juegos Olímpicos. La pandemia pospuso un año el evento y obligó a que la competencia se haga sin la presencia de público.
Pero el virus afectó principalmente a los atletas. El Covid fue sumamente democrático y paralizó a todos los países del mundo. Para tener en cuenta, ninguno de los más de once mil atletas que compitieron en Tokio llegaron en óptimas condiciones de entrenamiento física y mentalmente.
Pero a los países con más carencias el parate los afectó en mayor medida. La cuarentena, donde en Argentina se extendió más que en otros países, acentuó las dificultades estructurales, políticas, económicas y de planificación que sufren nuestros atletas al prepararse para un desafío olímpico.
Los deportistas argentinos quedaron relegados y tuvieron muchos más problemas que los demás para entrenar y competir en torneos previos.
Respecto a las restricciones, hace unos días el remero Brian Rosso, campeón panamericano en 2019, escribió en sus redes: “para los que se empiezan a poner nerviosos por la falta de medallas argentinas, recuerden que el año pasado entrenar era delito”.
Un país sin cultura deportiva
Tomando una vez más las palabras de Sergio Hernández, estamos muy lejos de las potencias deportivas del planeta. En esa oportunidad decía que nuestro país terminaba en el 28° en el medallero y creíamos que nos iba bien. Hay que hacer una corrección: en Tokio terminamos en la 72° colocación.
Para tomar dimensión de este fenómeno miremos a Estados Unidos. El gigante norteamericano terminó primero en el medallero con 113 preseas. Solo en Tokio ganó más medallas que Argentina en toda su historia, que se subió al podio 77 veces en 121 años de deporte olímpico.
Los argentinos practicamos deportes pero, en muchos casos, solo como recreación. No apoyamos ni consumimos las disciplinas menos populares. Solo nos interesamos en esos deportes quince días cada cuatro años cuando se disputa un juego olímpico.
Normalmente no pagaríamos una entrada para ver un torneo de taekwondo, gimnasia rítmica, atletismo, equitación o cualquier otro evento.
Esa falta de apoyo, sumado al poco aporte de privados y del Estado, hace que esos deportistas deban entrenar con muchas carencias, sin infraestructura y los medios necesarios para viajar y entrenar con los menores.
Cada vez menos apoyo del Estado
En 2017, la reforma tributaria que aprobó el Congreso modificó la Ley 26.573. Hasta ese momento el ENARD (ente nacional de alto rendimiento deportivo) recibía para financiarse el 1% de las facturas de telefonía celular. Ese dinero se distribuía en becas para deportistas y se utilizaba para planificar su desarrollo y perfeccionamiento deportivo.
En los primeros tres años luego de esa modificación el deporte argentino recibió un golpe casi de nocaut: perdió el 62% de su presupuesto. Con ese panorama y becas que no alcanzan para vivir del deporte, muchos debieron dedicar parte de su tiempo para conseguir otro trabajo o mendigar algún sponsor.
Ahora, después de todos estos datos vuelvo a la misma pregunta del comienzo: ¿Nos fue bien o nos fue mal en Tokio?