El triunfo de Alberto Fernández por márgenes menores que los vaticinados abrió una transición que ha comenzado con discursos de una cierta racionalidad que la política argentina extrañaba.
El desayuno que tendrán el presidente electo y el saliente Mauricio Macri en la Rosada este lunes es una señal fuerte en los tiempos turbulentos que vive la Argentina en materia económica, financiera y social.
Los discursos de Fernández y de Macri buscaron cerrar el tono de la disputa de campaña y darle un toque de previsibilidad a un país altamente imprevisible, con una inestabilidad permanente.
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En medio de los discursos del saliente y del entrante, Cristina Fernández marcó la cancha de entrada a Alberto Fernández y le pidió que no cogobierne en esta etapa hasta el 10 de diciembre.
Pero el presidente electo dijo en el mismo palco que hará todo lo posible por aliviar la situación antes de diciembre.
De que estos gestos cierren la grieta es demasiado prematuro de conjeturar. Hay cosas que superan largamente a los dirigentes.
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Las urnas han manifestado un país quebrado geográficamente, con la región central votando bien distinto que el resto del país y la provincia de Buenos Aires.
Los desafíos no son menores. El tono de anoche parece darle un toque de racionalidad.