A Laura Moyano la mataron brutalmente. Los rasgos de violencia en su cuerpo, el modo en que fue encontrada y la forma en que la dejaron indican la saña espantosa de los criminales.
Más allá de la investigación policial, del repudio generalizado, de las declaraciones de las organizaciones que defienden los derechos de las minorías sexuales, me gustaría puntualizar algunas cuestiones que hacen a los preconceptos socialmente establecidos, esos que muchas veces también generan la violencia que se repudia.
La transfobia se define como una “enfermedad social” que proviene de la fuerte creencia en que el sexo y el género van unidos automáticamente, es decir que si se nace con pene hay que ser un hombre y si se nace con vagina, una mujer.
"Prejuicio" significa "juzgado de antemano" y es el proceso de formación de un concepto o juicio sobre alguna cosa de forma anticipada. En términos psicológicos, es una actividad mental inconsciente que distorsiona la percepción. Y es así que hay ciertos temas en los cuales cientos de personas actúan, se refieren y juzgan de manera distorsionada.
Una autocrítica: muchos medios y comunicadores no sabíamos cómo referirnos a Laura. "El travesti" o "la travesti". Pero Laura eligió su identidad porque simplemente le corresponde y es ella, la travesti. Esto conlleva discriminación y actos violentos denunciados en todo el mundo. Repito: más allá del caso puntual de Laura.
La negación de esta realidad también genera violencia. La falta de inclusión laboral y de visibilidad de esta realidad es parte de la problemática del no aceptar al otro.
Y la aceptación empieza por lo más simple: la familia, las escuelas, los clubes, los deportes. Dialogar con los chicos. Educar. También por los medios de comunicación. Informarnos. Formarnos. Hablar de que hay otras realidades, reconocerlas y mostrarlas. No solo cuando son protagonistas de una mala noticia.
Es que la palabra construye y destruye, y más allá ser un trava, un trabuco, travesti y/o trans. Laura era una persona. Como vos, como yo. Como todos.