La Casa Rosada estaba rodeada de policías, hinchas, y periodistas. La despedida del astro del fútbol mundial se transformo en un imán de miradas y multitudes.
Tristeza, dolor, gritos y silencios se imponían en el escenario de Plaza de Mayo, mientras la cola se multiplicaba para entrar a Casa Rosada.
Internamente el estrés y la adrenalina aceleraban mi pulso, la salida al aire en Arriba Córdoba, las ordenes de la producción, todo formaba parte de una cobertura histórica y así lo vivia.
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De pronto una voz familiar mencionó mi nombre, era de un periodista de Telefe, del programa Cortá por Lozano... Nada más y nada menos que mi hermano.
Con Heber hacia nueve meses que no nos juntábamos. La pandemia, como hizo con millones de familias, nos separó.
El destino quiso que la muerte de Diego nos vuelva a juntar.
Él ya tuvo coronavirus, al igual que yo. Nos bajamos los barbijos para confirmar que éramos nosotros y nos abrazamos.
Fue un abrazo interminable.
Lloramos. De tristeza y de alegría.
¡Gracias, Diego!
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