Hace un año, por primera vez en la historia de Italia una mujer llegaba a la jefatura del gobierno. A esa novedad se sumaba otra, que resultaba inquietante: con esa mujer joven llegaban por primera vez al poder los descendientes del fascismo.
Hermanos de Italia, el partido de la presidenta del Consejo de Ministros Giorgia Meloni, es el heredero actual del Movimiento Social Italiano que crearon algunos lugartenientes de Benito Mussolini un año después de la muerte del “duce”.
Hubo reciclajes anteriores, como Alianza Nacional, el partido con que el pos-fascista Gianfranco Fini comenzó su desplazamiento hacia el centro liberal, donde llegó a ser el canciller de un gobierno de coalición centroderechista.
Pero con Giorgia Meloni un partido con genes fascistas logró por primera vez desde la caída de Mussolini encabezar un gobierno de Italia. Y al cumplir su primer año de gestión se percibe una notable diferencia entre ella y otros gobernantes procedentes de la extrema derecha, como el ex presidente filipino Rodrigo Duterte, el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro y el ex jefe de la Casa Blanca Donald Trump.
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Duterte fue un criminal represor como alcalde de Davao y también como presidente de Filipinas. Además de hacer apología del asesinato y la tortura, llevó su guerra sucia contra el narcotráfico atacando también a los adictos.
Bolsonaro es otro de los presidentes de democracias que hicieron apología de la tortura y los golpes de Estado. Su negacionismo implicó estragos en el Amazonas y, en plena pandemia, obstruyó la política sanitaria del estado federal y de los gobiernos estaduales, además de impulsar una asonada golpista multitudinaria tras su derrota frente a Lula da Silva.
Trump también es un negacionista que inició su mandato presidencial retirando a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, y lo concluyó intentando un violento golpe de Estado al lanzar una turba multitudinaria y violenta contra el Capitolio, con la intensión de destruir el proceso electoral en el que había perdido frente a Joe Biden.
A diferencia de estos tres casos de conservadurismos extremos, Giorgia Meloni ha dejado los discursos incendiarios de sus tiempos en la oposición y ha encabezado un gobierno, en términos generales, moderado.
En el año que lleva como presidenta del Consejo de Ministros, Meloni ha impactado con su capacidad oratoria y su claridad para enfocar los problemas que afronta.
Frente a la gigantesca ola de inmigrantes que llegó desde Africa e inundó la isla de Lampedusa, la gobernante italiana ha dejado de lado su anterior dureza anti-inmigrante y resistió aplicar el enfoque Salvini.
Su socio en la coalición gobernante, el líder de la Liga Matteo Salvini, como ministro del Interior del gobierno que encabezó Giuseppe Conte cerró los puertos a las barcazas y a las naves de las ONG que rescatan inmigrantes ilegales que naufragan en el Mediterráneo.
Lo mismo propugna ahora, pero de momento Meloni no lo hizo. Lo que está haciendo es presionar a Europa para que ayude a Italia y también proponer una solución que corte en los países de origen de la inmigración ilegal.
Al cumplir el primer aniversario de su gobierno, Meloni supera ampliamente en imagen pública al líder de Forza Italia y canciller de su gobierno, Antonio Trajani, y al jefe de la Liga, Salvini.
No es que se haya convertido en una socialdemócrata ni nada que se le parezca. Tampoco parece avanzar hacia la estatura política alcanzada por Angela Merkel. Pero es uno de los pocos casos de gobierno equilibrado en la vereda ultraconservadora.
Esa mujer joven está reemplazando el discurso duro que usaba en la vereda opositora, por una acción de gobierno que se distingue de Bolsonaro, Duterte y Trump en que se mantiene dentro de la racionalidad, la sensatez y la moderación.
Otra diferencia es que ella nunca ha evidenciado desequilibrios emocionales y sicológicos.
En eso, la figura emergente en el ultraconservadurismo argentino, Javier Milei, está más cerca de personajes como Bolsonaro, debido a sus evidentes desequilibrios, al menos, emocionales.
La pregunta es si este candidato con chances de convertirse en presidente, en caso de lograrlo, ¿a quién tomaría como modelo entre los ultraderechistas que llegaron a encabezar gobiernos? ¿A los desequilibrados y golpistas Trump y Bolsonaro, o a la líder de neofascista que desde hace un año gobierna Italia, intentando mantenerse en el terreno de la racionalidad y el equilibrio?