Las urnas han sido contundentes. Castigo claro para la gestión de Mauricio Macri y respaldo abierto para la fórmula Alberto Fernández-Cristina de Fernández de Kirchner, que ha quedado ya en las PASO en la puerta misma de regresar al poder nacional.
Alberto Fernández tiene sobradas razones para considerarse presidente electo. Hasta los oficialistas lo miran así. Aún no lo es pero las posibilidades de revertir semejante resultado parecen más que remotas.
El golpe de efecto que debería dar el Gobierno tendría que ser de una contundencia que hasta acá no demostró tener y los errores en el Frente de Todos deberían ser de una magnitud sin precedentes.
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Hay una enorme duda respecto a las herramientas que puede tener una gestión deslegitimada para torcer algo la situación. Podrá hacer anuncios de impacto pero tendrá que lidiar con la inestabilidad de los mercados, que tendrán más puesto el oído en Alberto que en Mauricio.
La incorporación de nuevos votantes a la que apeló Macri, como ocurrió en 2015 entre las Paso y la general, suena una quimera. No está del todo claro que pueda retener el caudal de este domingo. Imaginar nuevos votantes con estos resultados parece demasiado hipotético.
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Desde lo político, y más allá de que hasta acá la perdió más Macri que lo que la ganaron los Fernández, Cristina hizo una construcción más que eficaz. Se corrió de la primera candidatura, lo puso a Alberto para reagrupar el peronismo, sumó gobernadores y le abrió las puertas para el regreso a los que se fueron como Sergio Massa.
Alberto apeló a la moderación. Ya casi no está más en campaña. Ya mandó a diseñar el traje de presidente.