El año nace a la sombra de dos potenciales conflictos de alcances impredecibles. El presidente de Rusia procura que Estados Unidos le dé una excusa para replegar la maquinaria bélica que acumuló en las fronteras de Ucrania. La excusa que pretende es un compromiso de la OTAN de no incluir en sus filas, como ya hizo con los países bálticos, a Ucrania ni a ningún otro país que haya integrado la Unión Soviética.
Si Estados Unidos y sus aliados europeos aceptaran comprometerse a no seguir expandiendo la alianza atlántica hacia las fronteras occidentales y centroasiáticas de Rusia, el jefe del Kremlin tendría una buena excusa para desactivar un dispositivo militar que sólo se justifica si el objetivo es una invasión.
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Como contra partida, las potencias de Occidente podrían exigir a Moscú el compromiso de respetar la soberanía de Ucrania sobre todo el territorio que incorporó durante la era soviética. Pero es difícil imaginar a Rusia renunciando a territorios que habían sido conquistado por el príncipe Potemkim venciendo a kanatos turcomanos bajo órdenes de Catalina la Grande.
Resulta inimaginable que Moscú reintegre a Kiev la soberanía sobre la estratégica Península de Crimea, además de renunciar a la anexión del Donbass. Como mucho, Putin puede renunciar a la anexión completa de ese país al que considera una creación artificial para reducir a Rusia. Y sería una renuncia temporal. Un repliegue táctico con vistas a un futuro avance estratégico.
Tampoco sería fácil para Joe Biden impulsar una renuncia de la OTAN a sumar en sus filas ex repúblicas soviéticas como ya lo hizo con Lituania, Letonia y Estonia. Pero en el caso de que ambas concesiones se produjeran, el resultado sería similar al del acuerdo entre John Kennedy y Nikkita Jrushev sobre los misiles en Cuba.
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Los proyectiles soviéticos fueron retirados de la isla caribeña, pero el precio que pagó Estados Unidos fue alto: el compromiso de no invadir Cuba jamás y el retiro de los misiles nucleares que apuntaban a la URSS desde Turquía.
En la crisis de los misiles de 1962 ambos podían hacer grandes concesiones y parecer triunfales ante sus respectivos pueblos. En este caso es más difícil. Y la crisis por Ucrania no tiene marcha atrás, entonces el 2022 será el año de una guerra de alcances impredecibles, en el que el riesgo de un conflicto nuclear ensombrecerá el hemisferio norte.