Sabía que en algún lado estaban los cortantes redondos para los alfajorcitos de maicena. Pero quién sabe cuándo fue la última vez que los hice.
Mientras doy vuelta las alacenas, pienso que lo de estar en cuarentena puede hacernos sentir extraños en nuestra propia casa.
Ahora entiendo por qué el vidrio de la ventada de la cocina está siempre sucio: el gato del vecino duerme una siesta larguísima ahí. Primer misterio develado.
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Para quienes vivimos corriendo de un lado al otro, trabajando fuera de casa muchas horas por día, este parate obligatorio y necesario está significando una revolución interna.
En casa, hasta la coneja está desorientada con mi estadía. Pero lo bueno es que con cuatro días de cercanía total ya hasta me deja hacerle upa y acariciarla un buen rato.
Es que solemos pasar más horas con nuestros compañeros de trabajo que con nuestras familias. Por cierto, las tapitas para los alfajores ya están en el horno, finalmente los cortantes aparecieron en el fondo de un cajón. Segundo misterio del día resuelto.
Angustias
Por otra parte, en esta cuarentena, que recién comienza, estamos descubriendo que Internet no sirve sólo para chusmear banalidades en las redes sociales.
Todo lo que solíamos hacer fuera de casa y en grupo se está mudando a lo virtual. El miércoles la profe de yoga nos invitó a sumarnos a la clase a través de un vivo de Facebook y hoy por la mañana mi encuentro quincenal con el psicoanalista fue por videollamada de Whatsapp.
Aproveché el diván cibernético para preguntarle a mi psicólogo si esto del Coronavirus había disparado las consultas de la gente, si la angustia o el pánico estaban demandando más sesiones de terapia.
“La situación que estamos viviendo tiene una incidencia traumática, y del trauma hay que hablar. Necesitamos hablar”, me respondió.
Y claro, la salud mental es tan importante como la física, comenté. Me respondió que “somos agentes de salud y tenemos que estar más que nunca trabajando en éstas situaciones”.
Enseguida pensé en los médicos que están dando todo en las clínicas y hospitales.
Pensé también en mis colegas del canal, que están ahí, al pie del cañón en la calle y en la redacción. La información es un servicio a la sociedad, una responsabilidad tan importante por estos días como la buena medicina. Así que ya sé a dónde van a ir a parar los alfajorcitos de maicena: a Canal Doce. Tercera incógnita resuelta.
En fin. Con ésta sensación de domingo eterno estamos gestando un montón de cosas: paciencia, adaptación y también nuevas formas de relacionarnos, nuevos vínculos.
Vínculos que creíamos cercanos y cotidianos, pero que en el fondo nos resultan algo extraños.
La realidad no nos da otra alternativa que dejar de mirarnos el pupo e involucrarnos de una vez como miembros de un mismo todo, adentro y afuera de casa.
La receta para hacer alfajores de maicena
Ingredientes:
200 gr manteca / mantequilla / margarina
200 gr harina 0000
300 gr fécula de maíz (maizena)
1/2 cucharadita bicarbonato
2 cucharaditas polvo de hornear (yo las pongo bien colmadas)
150 gr azúcar (se puede reemplazar por azúcar impalpable)
3 yemas
1 cucharada coñac
1 cucharadita esencia de vainilla
1 cda ralladura de limón
Para rellenar: cantidad necesaria dulce de leche repostero y coco seco
Paso a paso: integrar manteca y azúcar. Agregar las yemas de a una. Ralladura de Limón, esencia de vainilla y coñac. Por último agregar todos los ingredientes secos. Formar una masa y dejar reposar en la heladera 20 minutos. Estirar y cortar las tapitas. Horno medio por 12 minutos. ¡Dejar enfriar y armar! Video: