"Parece una ley hecha para eliminar el teletrabajo", plantea la responsable del área de recursos humanos de una compañía de base tecnológica que tiene su sede en Córdoba y a varios de sus más de cien empleados radicados en otros puntos del país. Trabajando cada uno en su casa, desde antes de la cuarentena.
La nueva norma es extraña desde el vamos. Según el texto que el Senado convirtió en ley, empezará a regir 90 días después de terminada la pandemia. ¿Será en el transcurso de este año?
En las empresas sólo recibe críticas. De todos los rubros. Por ejemplo, la Cámara Argentina de Centros de Contacto anticipó que reclamarán que el Presidente la vete. Un sector que tiene hoy a cerca del 95% de su personal trabajando desde sus hogares. Más de un tercio de ellos en Córdoba. Conocen la problemática.
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Una primera objeción a la ley apunta a la rigidez con la que delimita el asunto. Sólo se puede ser teletrabajador al 100%. Todo o nada. No concibe situaciones intermedias, como la de quienes viven como un beneficio la oportunidad de poder desempeñarse desde sus hogares uno o dos días a la semana.
Pero el grueso de las críticas apunta a la llamada reversibilidad unilateral, la posibilidad de que el empleado se arrepienta de hacer home office.
Es el artículo número 8, que dice así: “El consentimiento prestado por la persona que trabaja en una posición presencial para pasar a la modalidad de teletrabajo podrá ser revocado por la misma en cualquier momento de la relación".
¿Cómo se interpreta esto? Que un trabajador tiene derecho a volver a su puesto presencial en cualquier momento. ¿Qué pasaría si muchos teletrabajadores requirieran eso al mismo tiempo? ¿Cómo harían las empresas para adaptarse? ¿O se supone que deben invertir en espacio físico y recursos materiales ante la eventualidad de que sus teletrabajadores se cansen de estar en sus hogares? Por ejemplo, una firma de 50 empleados, que puede desarrollar su actividad con 40 de esas personas trabajando desde sus casas, ¿debe alquilar oficinas para 10 o, por las dudas, para 50? Muchas inversiones resultarían ineficientes, se obligaría a desperdiciar recursos en mantener capacidad ociosa.
Prohibido whatsappear después de las 15
La ley es cuestionada también por delimitar con rigidez los horarios de trabajo. Las tareas en las empresas más modernas, las que distinguen a la economía del conocimiento, se establecen en función de objetivos. Esa noción no está presente en la norma aprobada por el Congreso esta semana.
En ese sentido, otro capítulo polémico es el que establece el derecho a la "desconexión digital". Un ideal con el que se fantasea mucho, pero es difícil trasladar a la práctica. La nueva ley la hace fácil: establece que una empresa no pude "remitir comunicaciones, por ningún medio, fuera de la jornada laboral". Es decir, quedará prohibido que una persona que cumple funciones de mayor jerarquía envíe un mail o un whats app agregando información útil para las tareas pendientes para el día siguiente. Una interpretación literal del artículo podría llevar a condenar a una empresa porque un jefe avisa en el grupo de chat de su equipo de trabajo que hay un paro sorpresivo en el transporte.
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El proyecto pasó por Diputados como por un tubo, con el apoyo mayoritario de los opositores. Sólo se registró un voto en contra. Pero con el correr de las semanas, a la dirigencia opositora le cayó la ficha. Después de que entidades empresarias de todos los rubros encendieran alarmas, en el Senado el bloque de Juntos por el Cambio rechazó la iniciativa, que igualmente se aprobó 40 a 30.
Antes, los senadores de la oposición quisieron negociar algunos cambios en el texto que vino de Diputados. En un primer momento el oficialismo aceptó esa posibilidad, pero luego se negó. La bancada del Frente de Todos manifestó que, si se necesitaran modificaciones, las mismas se harían durante la reglamentación por parte del Poder Ejecutivo. Ahora las expectativas se centrarán en lo que aclare (o no) el trámite que tiene pendiente el Presidente.
En el ministerio de Trabajo de Córdoba entienden que la norma intensificará la conflictividad. Que habrá más discusiones que las que habría sin esta ley creada por gente con escasa experiencia en la materia. De hecho, los legisladores y el multitudinario plantel del Congreso no se vienen destacando por su capacidad para el home office. En los primeros dos meses de cuarentena tuvieron un receso récord. Ningún país democrático tuvo a su Poder Legislativo paralizado durante tanto tiempo.
Un apunte más del sesgo de la nueva ley: esta regulación, que complejizaría relaciones laborales que se venían adaptando de manera razonablemente armónica a la nueva realidad, es recibida con beneplácito por el sindicalismo argentino.