El “quiero vale cuatro” es la invasión militar, cuya concreción dependerá, entre otras cosas, de cómo respondan las potencias de Occidente a la jugada que acaba de hacer el jefe del Kremlin.
Para jugar fuerte, al “quiero retruco” ruso, Estados Unidos y Europa debieran responder aplicando en su totalidad el paquete de sanciones económicas con el que estiman poder paralizar la economía de Rusia y, por ende, limitar de manera contundente su capacidad de sostener una guerra que se prolongue durante meses.
Las sanciones económicas podrían equivaler al as de basto. Frente a esa jugada occidental, Putin podría arriesgar un “quiero vale cuatro”. Pero el triunfo dependerá de que tenga el as de espada y pueda demoler al ejército ucraniano en un puñado de días. Si con las armas que ha estado recibiendo de la OTAN, el ejército de Ucrania logra resistir la embestida rusa prolongando el conflicto durante meses, entonces las sanciones euro-norteamericanas empezarán a debilitar el de por sí anquilosado músculo económico de Rusia, disminuyendo su posibilidad de sostener la ofensiva por mucho tiempo.
Hasta aquí, de lo que se trata es de amedrentar a la contraparte. Como en el truco, están en la fase de “cantar” la amenaza. Pero si la escalada continúa, llegará el momento de poner las cartas sobre la mesa y entonces se verá si Putin cuenta con lo necesario para sostener su desafío, o si sólo se trata de tácticas intimidatorias para ver que tan lejos puede llegar haciendo la guerra con desplazamientos militares y con palabras, sin iniciar los combates ni trasponer las fronteras.
El problema para el frente euro-norteamericano se agravará si el ejército de Rusia entra en los territorios de Lugansk y Donestk controlados por los separatistas. Como esas milicias sólo controlan el 30 o 35 por ciento de ambos territorios, el ejército ruso podría embestir contra las tropas ucranianas que están apostadas en las porciones restantes, acrecentando aún más el desafío a la OTAN.
El riesgo de una guerra a escala europea crecería exponencialmente si en lugar de limitar la incursión a las porciones del Donbáss que los separatistas pro-rusos quieren independizar, el ejército de Rusia invade también desde Bielorrusia, avanzando hacia Kiev con el plan de ocupar la capital y poner bajo control de Moscú toda Ucrania. En definitiva, en su último mensaje oficial, Putin mostró la teoría del ultranacionalismo ruso según la cuál no existe una nación ucraniana, sino un país inventado por naciones occidentales para debilitar y amenazar a Rusia.
Usó otras palabras, pero eso fue lo que dijo el presidente ruso. Y esa es la visión del ultranacionalismo ruso que expresa, por ejemplo, Aleksandr Duguin, el impulsor del “euroasianismo”. Para el autor de los libros “Fundamentos de la Geopolítica” y “Cuarta Teoría Política”, Ucrania es un estado artificial, creado para recortar a Rusia y controlarla.
Ciertamente, los partidarios rusos de una democracia con división de poderes y con derechos y garantías para los ciudadanos, Aleksandr Duguin es un fascista que promueve el expansionismo territorial y el imperialismo regional que impulsó el zarismo y que alcanzó su máximo esplendor en la era soviética. Por eso, antes de fundar el Partido Eurasia, bautizado con el nombre de su teoría para la geopolítica rusa, apoyó el Frente Nacional Bolchevique y lleva años promoviendo una guerra que considera inevitable entre Rusia y Ucrania.
Duguin fue un tenaz promotor de la anexión de Crimea. Y si Putin está siguiendo sus propuestas al pie de la letra, como parece estarlo haciendo, entonces esta escalada conduce inexorablemente a una guerra contra Ucrania con riesgos de europeizarse.