Agosto es el mes de las infancias, una fecha ideal para reforzar la importancia que tiene la hidratación durante los primeros años de vida. El agua es un nutriente que juega un papel fundamental en el crecimiento y el desarrollo durante la niñez, ya que facilita la absorción de todas las vitaminas y minerales.
¡Veamos entonces cómo mantener a los infantes bien hidratados!
Más agua que nunca
Más del 90% del peso corporal del feto está compuesto por agua. Ese porcentaje desciende a 75% en los recién nacidos, al 60% pasados los primeros seis meses de vida y continúa el descenso hasta llegar al 50% en la edad adulta.
Estos números reflejan que, hasta los 18 años, la necesidad de hidratarse es mucho mayor.
¡Con más razón!
Los bebés en periodo de lactancia, los infantes y los jóvenes son los colectivos más vulnerables frente a la deshidratación, ya que además de las necesidades fisiológicas propias de su edad suelen llevar a cabo actividades y ejercicios físicos de forma continuada, lo que hace que en su organismo aumente la pérdida de agua que debe reponerse.
A esto se suma que, cuanto más pequeño sea el ser humano, mayor es la inmadurez de su sistema renal. Esto hace que los bebés no sean capaces de crear orina igual de concentrada que los adultos, por lo que para eliminar la misma cantidad de impurezas necesitan más líquido.
De 0 a 6 meses, los bebés deben ingerir 700 ml diarios, lo que se asume que es de leche materna o lactancia artificial. Freepik.
Pongámoslo en números
La cantidad de agua diaria que deben tomar lo infantes varía según su edad:
- De 0 a 6 meses: 700 ml (lo que se asume que es de leche materna o lactancia artificial reforzada con agua mineral).
- De 7 a 12 meses: 800 ml.
- De 1 a 3 años: 1,3 litros.
- De 4 a 8 años: 1,4 litros.
- Más de 8 años: 2 litros.
¿Qué hacemos si no aceptan el agua?
Aunque lo ideal es que los infantes tomen agua natural, también existen otras bebidas que cumplen la misma función, son más atractivas para los pequeños y resultan igual de nutritivas.
Los jugos naturales, por ejemplo, ayudan a incorporar líquidos al organismo, al tiempo que no aportan calorías vacías y sí vitaminas y sales minerales.
¡Atención!
Los adultos deben estar atentos ante los primeros síntomas de deshidratación: falta de lágrimas, boca y lengua resecas, ojos hundidos, piel grisácea, mollera hundida en la cabeza del bebé, disminución de producción de orina, irritabilidad, fatiga o mareos.
Al detectar cualquiera de estos factores, hay que consultar con un médico pediatra para que se adopten las medidas necesarias para revertir la situación de manera inmediata.
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