Alberto Fernández le entregó al presidente demócrata de los Estados Unidos por impulsar una política económica con elementos keynesianos, esa distinción llamándolo “Juan Domingo Biden”. Y a su anfitrión en China, Xi Jinping, le dio otra diciéndole “si usted fuera argentino sería peronista”.
Errada o no, esa manera de elogiar a otros presidentes es inofensiva y simpática. Lo cuestionable, además de erróneo y falaz, es lo que dijo al hablar en el Gran Salón del Pueblo, donde elogió el régimen que lideró Mao Tse-tung y la “filosofía”, que dijo compartir, del Partido Comunista Chino (PCCh).
Eso sonó a falacia impresentable. Si el presidente argentino tiene la misma “filosofía” del Partido Comunista Chino y del régimen que encabezó Mao Tse-tung ¿por qué sus militancias juveniles fueron en partidos nacionalistas de derecha?
En Argentina, como en otros países latinoamericanos, había un partido maoísta y pro-chino: El Partido Comunista Revolucionario (PCR). Pero Alberto Fernández nunca estuvo afiliado al PCR.
Por el contrario, fue militante y presidente de la rama juvenil del derechista Partido Nacionalista Constitucional (PNC), del dirigente conservador Alberto Asseff. Y años más tarde, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, llegó por primera vez a una banca legislativa como candidato de una alianza centroderechista que lideraba Domingo Cavallo.
Ninguna de esas posiciones, tampoco el peronismo en cuyos niveles dirigenciales lo introdujo Eduardo Duhalde, tienen nada que ver con lo que representó sucesivamente el Partido Comunista Chino en las distintas etapas de su historia.
El PCCh se incubó en una ola de protestas del año 1019 contra la creciente influencia japonesa. De aquellas movilizaciones contestatarias surgió el Movimiento Cuatro de Mayo, entre cuyos agitadores resaltaban Chen Duxiu y Li Dazhao, los intelectuales que introdujeron el marxismo en China y fundaron, en Shanghái, el Partido Comunista.
Ambos se distanciaron de la línea dogmática que se apoderó del liderazgo del PCCh. Li fue fusilado por el “señor de la guerra” Zhan Zuolin, mientras que Chen fue expulsado del partido y se convirtió en impulsor del trotskismo chino. Ni Chen Duxiu ni Li Dazhao habrían apoyado el totalitarismo con culto personalista que impuso Mao Tse-tung tras vencer al ejército del Kuomintang y su líder, Chiang Kai-shek.
El dogmatismo maoísta influyó en guerrillas asiáticas delirantes y genocidas como el Jemer Rouge, la milicia pro-china que, armada y financiada desde Pekín, tomó el poder en Camboya y exterminó a más de dos millones de personas en campos de concentración.
Otro millón de camboyanos murieron de hambre por el comunismo lunático que los jemeres impusieron desde que tomaron el poder en 1975, hasta que los derrotó el ejército vietnamita en 1979. También en Latinoamérica hubo guerrillas genocidas y demenciales inspiradas en el maoísmo. Un ejemplo es Sendero Luminoso, que hizo correr ríos de sangre en Perú.
¿El joven Alberto Fernández también estaba entre los seducidos por el régimen del PCCh y por las ideas que Mao expuso en su Libro Rojo? Obviamente, no. Pero en su encuentro con Xi Jinping habló como si en lugar de haber militado en derechas nacionalistas como la de Alberto Asseff, y derechas liberales como la de Domingo Cavallo, hubiera militado en el PCR, la agrupación política de los maoístas con Beatriz Sarlo antes de abandonar las ideologías totalitarias y convertirse en una lúcida exponente del pensamiento liberal-demócrata.
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También la semejanza que hizo entre peronismo y PCCh parece traída de los pelos. Perón tuvo en común con Mao lo que tuvieron en común muchos líderes moldeados en los liderazgos de Mussolini y Stalin durante la primera mitad del siglo XX: el culto personalista.
Pero las ideologías que profesaban, eran antagónicas. Además, Mao Tse-tung era un dogmático, mientras que Juan Domingo Perón era esencialmente pragmático.