Los rastrillajes que se habían realizado por Santiago Maldonado no habían dado ningún tipo de resultados. La falta de avances inclusive le costó el cargo al desplazado juez Otranto.
Gustavo Lleral, que lo reemplazó, aprobó el pedido de la fiscal federal de Esquel, Silvina Ávila, para un tercer rastrillaje. Este tuvo características especiales, que terminó con el hallazgo de un cadáver que podría ser el del joven artesano.
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La fiscal fue asesorada por el Equipo Argentino de Antropología Forense. La diferencia clave fue que se utilizaron ocho perros entrenados para detectar restos cadavéricos en el agua, a través del dióxido de carbono.
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El lunes por la noche, viajaron en un avión de Prefectura Naval ocho binomios, integrados por agentes y perros. Horas más tarde, los animales marcaron un lugar en el Río Chubut: al sumergirse, un buzo vio el cadáver del que ahora habla todo el país.
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