No hace falta un doctorado en economía para conocer el efecto de la inflación. La suba generalizada de los precios se come el bolsillo de los argentinos y alcanza con pedir una pizza para tomar dimensión de su alcance.
Pedir delivery se ha convertido casi en lujo. Para conocer mejor este fenómeno ElDoce.tv relevó los precios de platos de comida en diferentes locales y su aumento en lo que va del año.
En promedio, los pedidos tuvieron un incremento del 132,75% desde enero hasta agosto. La pizza (muzarella), por ejemplo, fue la que más se disparó, al pasar de $900 a $3.100, sumando un 244,44%. Sin embargo, sigue siendo la opción más económica para que dos personas compartan una comida.
Si se compara con una reconocida picada árabe para dos, hay una diferencia de casi $6.000 entre ambos productos. Esa comida tuvo un incremento menor, del 175,76%, y fue el segundo artículo que más subió.
Inflación y canasta básica
En el otro extremo, el helado fue lo que más se mantuvo con una variación del 86,67%. Incluso este artículo estuvo nueve puntos por encima del último dato de la inflación. Según la Dirección general de Estadísticas y Censos de la provincia, en Córdoba la suba generalizada de los precios avanzó un 77,67%, más de 55 puntos que el 132,75% de los deliverys.
Una situación similar se observa en la comparación con la canasta básica alimentaria, que se incrementó un 80,24% según los datos del Instituto de Estadísticas del Defensor del Pueblo (Inedep), 52,51 puntos menos que los deliverys relevados por este medio.
Distorsiones, controles e inflación “reprimida”
Si la inflación y los alimentos acumularon una suba cercana al 80% en lo que va del 2023, ¿por qué pedir comida creció tanto más?
Lo primero que hay que recordar es que el nivel general del IPC promedia el avance de los precios en 12 rubros, que todos los meses tienen subas diferentes. Por ejemplo, el mes pasado Comunicaciones se disparó el doble que la media mientras que Prendas de vestir y calzados aumentó la mitad.
Los comestibles no son la excepción. La siguiente serie histórica muestra cómo avanzó el precio de los alimentos en comparación al nivel general de la inflación y la diferencia que ha habido entre ambos.
Es cierto que existen componentes estacionales que impactan en los precios. Así como la mandarina baja en otoño tras su cosecha porque aumenta la oferta, lo mismo pasa con el helado en el verano cuando hay mayor demanda.
Pero en un país como la Argentina, que registró una suba generalizada de los precios de más del 1.150% en los últimos cinco años, hay componentes mucho más determinantes.
Uno de los efectos que tiene la inflación es la distorsión de los precios relativos. Según explicó tiempo atrás el economista Juan Luis Bour en una publicación para la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (Fiel) estos son los “mecanismos” que guían a las personas y les permiten “decidir cuánto, cuándo y dónde invertir, ahorrar o consumir”. Por eso, este fenómeno hace que los consumidores no puedan distinguir lo caro de lo barato.
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A esto hay que sumarle la intervención del Estado, que también contribuye a alterar los precios. Cabe recordar que a lo largo de los últimos años el Gobierno llevó adelante el programa de Precios Justos, que puso tope a algunos artículos, algo que no existe en los locales de comida. Esto genera lo que los especialistas denominan como “inflación reprimida” y atrasa los valores de aquellos bienes regulados.
Más allá de cualquier explicación técnica, en medio de tanta incertidumbre la macroeconomía argentina señala una certeza: mientras la inflación no se controle, pedir una pizza seguirá siendo cada vez más difícil.