El 18 de enero de 1984, a pocos días de la asunción del presidente Raul Alfonsín, fui con mi grabador al aeropuerto porque Luciano Benjamín Menéndez llegaba de Buenos Aires. Hacía apenas unos meses que había ingresado a la Redacción de La Voz del Interior.
Adviertan el contexto. No se había creado aún la CONADEP. No se había iniciado el histórico Juicio a las Juntas. Menéndez se paseaba por la peatonal sin que nadie le gritara “asesino” cómo ocurriría tiempo después. El represor ni se imaginaba que el reguero de sangre, secuestros, torturas y asesinatos bajo su omnipotente Tercer Cuerpo, cometidos mayoritariamente desde 1974, algún día serían alcanzados por la Justicia.
Yo tenía 28 años. Quise demostrar seguridad, pero el cuerpo me temblaba de la cabeza a los pies en cada pregunta.
Yo tenía 28 años. Y seis años en la profesión. En todo momento quise demostrar seguridad, pero el cuerpo me temblaba de la cabeza a los pies en cada pregunta.
Fue la primera vez que Menéndez pronunció la frase que finalmente resultó ser el destino de su condenas, 14 prisiones perpetuas por centenares de crímenes cometidos. El título de tapa al día siguiente en La Voz fue: “Si hay pruebas, deben ser juzgados los torturadores”.
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Cuando le dije que fuera y dentro del país habían aparecido testimonios de prisioneros torturados que lo vieron al menos tres veces en La Perla, un Menéndez muy seguro me respondió: “El que tenga una acusación que la presente en la Justicia. Los que dicen eso están en la subversión”.
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La siguiente pregunta fue: “Las denuncias dicen que ustedes usaron los mismos métodos que los guerrilleros”. “Yo lo que le digo -respondió Menéndez- es que eso hay que probarlo”.
“¿30 mil desaparecidos no pueden probar nada?”, repregunté. El represor contestó desafiante: “Quién dice que son 30 mil, quién dicen dónde están. Hemos encontrado gente enterrada en Tucumán, en Río Tercero, en el fondo de una casa y eran subversivos ajusticiados por sus propios compañeros”.
"El pueblo nos dijo quiénes eran los subversivos y a esos los fuimos combatiendo", se defendió Menéndez.
Le recordé el testimonio en el exterior de Graciela Geuna que dijo que vio cómo en La Perla los detenidos morían después de la tortura o directamente eran sacados de la cuadra a la madrugada para fusilarlos en los campos del Tercer Cuerpo. "Por qué no vienen esos a hablar de esas cosas en la Justicia, lo dicen en el exterior para desprestigiar al país y a las Fuerzas Armadas”, replicó.
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“Aquí -repliqué yo- las organizaciones de Derechos Humanos aseguran que hubo excesos en la represión". Incómodo, Menéndez se acomodó en el asiento y siguió pontificando: “Esto no fue una represión. Fue una guerra. De un lado, los delincuentes subversivos traidores nativos al servicio del comunismo, y del otro lado el pueblo y las fuerzas legales”.
Pese al incómodo miedo que me recorría todo el cuerpo, traté de mantener calma y seguridad, frente a una figura que todavía tenía tanto poder. No obstante, le dije, el pueblo no les indicó que se excedieran en la represión. “No, no, no", repitió Menéndez, y siguió: "El pueblo nos dijo quiénes eran los subversivos y a esos los fuimos combatiendo o poniendo a disposición del Poder Ejecutivo y de la Justicia”.
“Pero mataron a inocentes”, remarqué.
“No. Primero que no matamos a nadie, sino que aniquilamos en combate a los que se opusieron", contestó sin inmutarse. "Y segundo, yo tengo la seguridad que en mi jurisdicción, ninguno de los que murieron fueron inocentes”, sentenció.
“Aun siendo torturados, como se ha dicho”, le repliqué nuevamente, y Menéndez me cruzó: "¿Torturados?. Usted me está agrediendo. Terminemos la conversación. Cuando las torturas se prueben, el responsable tendrá que ser sancionado”.
Menéndez: "En mi jurisdicción no hubo excesos. Los NN esos habrá que ver dónde aparecen".
Menendez estaba seguro de que muchas de las pruebas de los crímenes habían sido borradas. Pero, como dijo Piero Di Monte, uno de los testigos del horror después de su cautiverio en La Perla, “cometieron un solo error: dejarnos vivos”.
"Finalmente, ¿usted cree que todos los cadáveres NN que están apareciendo no corresponden a los excesos contra la guerrilla?", pregunté para cerrar la entrevista. Menéndez concluyó: "Yo tengo la seguridad de que en mi jurisdicción no hubo excesos. Los NN esos habrá que ver dónde aparecen. Creo que no tenemos que adelantarnos”.