Antes de subir al auto que la trasladó a su departamento en el barrio de La Recoleta, mientras caminaba por los pasillos del aeropuerto escuchó la música que más le gusta a sus oídos. Los cánticos de La Cámpora la acompañaron en ese trayecto. "Vamos a volver” y “Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina qué quilombo se va armar”.
El operativo regreso estuvo diagramado en todos sus detalles. Se notó en el vuelo de Aerolineas que la trasladó desde El Calafate. Se sentó en el asiento 4 A de la clase turista. En el trayecto leyó un libro, hojeó la revista de la empresa estatal. En un momento jugó con su caniche Lola que viajó a su lado todo el tiempo.
La exmandataria cambió el look campestre que la acompañó en estos cuatros meses de poca exposición pública. Viajó con un pantalón negro, botas haciendo juego y un sweter color natural. Retocó su maquillaje y dio señales que estaba preocupada por su imagen. Hasta ahora se había mostrado a cara lavada y muy informal.
En el vuelo se negó rotundamente a hablar con los periodistas que la acompañaron, pero accedió con notable amabilidad a sacarse fotos con algunos pasajeros que se acercaron a saludarla.
En Aeroparque, los militantes vivieron su momento de mayor éxtasis. La exmandataria antes de subirse al auto que la llevó en caravana, se acercó a repartir besos y saludos. Siempre intentó estar en contacto con la gente. Cuando llegó a su departamento salió al balcón.
El extitular de la AFI, Oscar Parrilli, y Diego Carbone, el exjefe de custodios la acompañaron en todo momento.