Alcanza con darse una vuelta por cualquier carnicería de barrio para saber lo cara que está la carne. Los efectos de esta suba se ven reflejados en el consumo de productos de origen bovino.
Según explicó en Voz y Voto el periodista especializado en agro, Alejandro Rollán, en los últimos 22 años las compras de res cayeron 25 puntos porcentuales. Casi la mitad de ese recorte se dio entre 2018 y mayo de este año, en donde pasó de representar el 50 por ciento de las proteínas de origen animal que comen los argentinos al 41 por ciento.
Pasó exactamente lo opuesto con el cerdo y pollo. El primero aumentó en nueve puntos porcentuales, mientras que el segundo lo hizo en 16. De hecho, la carne de pollo es hoy la más elegida y representa un 42 por ciento.
Las causas
El principal motivo detrás de esta reconversión no tiene que ver con los hábitos de las personas, ni con nuevas dietas alternativas como el vegetarianismo o veganismo. De hecho, Argentina sigue siendo el país con mayor nivel de consumo de proteínas animales del mundo, con un promedio de más de 100 kilos por habitante al año.
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Todo parece indicar que la modificación tiene que ver con la suba de precios y la pérdida del poder adquisitivo. Para comprender esto, alcanza con hacer una comparación entre el principio y el final del período analizado.
Mientras que en el año 2000 el valor de un kilo de tira asado alcanzaba para pagar uno y medio de pollo, hoy con el mismo costo de ese corte se compran más de tres kilos y medio de pollo. En el caso del cerdo, la relación pasó de ser de un kilo contra 600 gramos, a un kilo y medio.
Sin embargo, todo parece indicar que Argentina seguirá siendo un país de asadores. Según los datos de una encuesta reciente, las estimaciones indican que a pesar de las complicaciones económicas, el promedio no bajará de los 46 kilos al año.
La información recolectada sugiere que son muchos los que están dispuestos a resignar otras cosas con tal de poder seguir comiendo carne de vaca.