“En el piso comprendí que había algo en el aire que te mataba. Hasta ese momento yo no sabía qué había pasado”. Esas son las palabras que eligió Javier Karlen para explicar la sensación de estar en República de Cromañón el jueves 30 de diciembre de 2004.
Esa noche ocurrió una de las mayores tragedias de la historia argentina. 194 personas murieron a causa de un incendio durante un show de Callejeros.
En aquel concierto tres cordobeses estuvieron presentes: Andrés Funes, oriundo de Villa Dolores, fallecido esa misma noche; Fabián Lillo y Javier, ambos sobrevivientes. Años después Fabián falleció en un accidente de tránsito, por lo que Karlen es el único sobreviviente cordobés vivo.
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Fabián y Javier tenían una relación estrecha entre sí y con la banda. Además de organizar conciertos en Córdoba, como el del 26 de noviembre de ese año en La Vieja Usina, también armaban viajes para asistir a shows de rock.
El 18 de diciembre de 2004 -15 días antes de la tragedia- llevaron cuatro micros con gente a ver a Callejeros a la cancha de Excursionistas. En ese recital el grupo anunció que haría una trilogía de conciertos en República de Cromañón para despedir el exitoso año. La idea era tocar un disco de la banda por cada noche: Sed (2001) la primera; Presión (2003) la segunda y Rocanroles Sin Destino (2004) la tercera.
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Los shows fueron anunciados con muy poca anticipación. Por eso Javier y Fabián decidieron no llevar colectivos y fueron por su cuenta a los tres recitales. Sin saberlo evitaron que más cordobeses sufran la tragedia.
Fiesta, irresponsabilidades y horror
Cuatro mil personas por noche sobrepasaron la capacidad del reducto ubicado en Once. Los cordobeses se instalaron en un hotel vecino al boliche de Omar Chabán, donde estaba alojada la banda, con quienes tenían amistad.
El 30, cuando llegó el tercer show, Javier dejó su celular en la habitación del hotel. Ingresaron, se fueron a previar a la barra ubicada en el extremo opuesto a las salida y vieron a Ojos Locos, el grupo telonero, hasta que empezó Callejeros.
Apenas pasó el primer tema una candela desató el incendio. Primero se enmudeció el sonido y luego se apagó la luz. “No se veía nada a 10 centímetros”, contó Javier.
Ubicado aproximadamente a 40 metros de la salida emprendió la escapatoria hasta que unos brazos los voltearon y fue al suelo. Un “colchón de oxígeno” que encontró en el piso le permitió seguir luchando.
Cuando sintió que no daba más del dolor por respirar el plástico que se quemaba, se encomendó al destino. “Lo único que quería era no sentir más ese dolor”, señaló.
Se desvaneció y al rato lo despertó la luz de una linterna en la cara: “Cordobés, sos vos”, lo reconoció un amigo de Buenos Aires que junto a un bombero lo llevó hacia afuera.
Ya en la vereda no tuvo fuerzas para ayudar, ni para tomar dimensión de lo que sucedía. Vio ambulancias, corridas, desesperación, muerte, supervivencia, asfixias y mucha solidaridad entre las personas. “Amigos entraron varias veces a sacar a personas que estaban tiradas”, resaltó.
Ser sobreviviente en Córdoba
“Yo había dejado mi teléfono en el hotel. Recién lo pude recuperar al otro día y tenía miles de SMS”, continuó. Entre esos mensajes había muchos de sus amigos y familiares de Córdoba. “Un amigo mío se pudo comunicar con mi papá”, aclaró.
Por otra parte, una tía leyó su nombre en un canal de noticias que tenía un móvil en el Hospital Ramos Mejía, donde quedó internado Javier, pero no supo si estaba dentro de la lista de las personas vivas o dentro de la lista de personas muertas. Amigos de él se encargaron de avisar que estaba bien.
Permaneció internado tres días con oxígeno y por llamadas telefónicas se comunicó con su padre, quien no le creyó del todo que estaba bien y que algún día volvería a Córdoba. Hasta que obtuvo el alta y, al regresar, se fundieron en un emotivo abrazo.
“Estuve dos años y pico sin poder apagar la luz para dormir”, contó. A diferencia de la mayoría de sobrevivientes, que son de Buenos Aires y se juntan para sobrellevar esta fecha, en Córdoba sólo dos personas cargaron con ese duelo.
Todos sus amigos y compañeros de aquella noche son de la capital del país. “Estuve un tiempo larguísimo sin poder entrar a un lugar donde hubiera más de cinco o seis personas”, indicó.
Las tragedias después de la tragedia
Martín Cisneros fue un íntimo amigo de Javier en Buenos Aires. Estaban juntos la noche del incendio. Martín logró salir de Cromañón caminando sobre la barra de bebidas hasta la calle. 10 años después, el martes 3 de febrero de 2015, se suicidó.
Fue el sobreviviente número 17 que decidió quitarse la vida tras la tragedia. Actualmente está en marcha una campaña para que se cuenten como víctimas a los sobrevivientes que luego se quitaron la vida.
Antes, el 29 de agosto de 2011, Fabián Lillo murió en un accidente automovilístico y, desde entonces, Javier quedó como el único sobreviviente cordobés. “El dolor de Cromañón es algo que voy a llevar muy presente hasta el día que me vaya”, expresó entre lágrimas.
Este 30 de diciembre, como todos los 30 de diciembre desde el 2004, apagará el celular y quedará solo hasta el próximo abrazo.