El 4 de agosto de 2001, Los Redondos tocaron por última vez y Córdoba fue el lugar elegido, en un recital que quedó marcado en la historia del rock argentino. El Estadio Chateau Carreras fue testigo de este evento, que reunió a 45 mil personas, superando récords de asistencia de otros artistas como Madonna, Soda Stereo y Paul McCartney.
Nadie imaginaba que este sería el último show de la banda, ya que tenían programado otro concierto en Santa Fe para diciembre de ese mismo año, que finalmente se suspendió debido a la crisis.
Tras incidentes en River, Los Redondos encontraron en Córdoba un lugar para tocar gracias a un acuerdo con el intendente Germán Kammerath.
Las entradas para el show se vendieron en Disquerías Edén a 22 pesos el campo y 25 pesos la platea, e incluían un póster de regalo. El operativo de seguridad para el concierto contó con 2.500 efectivos policiales, una cifra considerablemente mayor a la utilizada en eventos deportivos locales.

La banda se alojó en la Hostería Hipucampus de Carlos Paz. Salió a las 17 del lugar y producto de un embotellamiento llegó al estadio pasadas las 18. Cuenta el mito que Solari se tuvo que asomar para pedirle a la seguridad que los dejen pasar y que la banda ingresó hasta el pie del escenario en una ambulancia.
Con una puesta en escena ideada por Rocambole en la estética de Momo Sampler, y un sonido a cargo del reconocido ingeniero Edu Herrera, el recital comenzó puntual a las 19:10 con Unos pocos peligros sensatos y terminó dos horas y media después con Un ángel para tu soledad, ya con todas las luces encendidas. Fue una de las pocas veces que el show no cerró con Jijiji. “En esta me van a tener que ayudar”, dijo el Indio antes de Juguetes perdidos, y el estadio respondió soplando brazas en su corazón.
Un público multitudinario y un país en llamas
Solamente de 200 personas quedaron afuera con entradas en la mano. Para evitar disturbios, como los que habían ocurrido en River en abril del 2000, la organización decidió abrir los accesos y permitirles entrar.
La previa ya había estado cargada de emoción: desde la tribuna techada, una bandera de 30 metros unía dos frases de canciones: “Rara vez esta vida tiene sentido / Algún día esta vida será hermosa” de Sheriff y Rock Yugular.
La producción estuvo íntegramente a cargo de la banda. La Negra Poli cerró el acuerdo con el entonces intendente Germán Kammerath y se asociaron al productor santafesino Arturo Iturraspe. Aunque todo fue prolijo, el show tuvo su tragedia: Jorge Felippi, de 31 años, murió tras caer desde una tribuna al foso del estadio.
Entre el público, según el mito, estuvieron Pablo Echarri y Soledad Pastorutti. La energía era tal que una botella voladora motivó una de las recordadas frases del Indio: “¿Qué te creés boludo? No somos Los Violadores. Vení al camerino a tirarme cosas”. Más tarde, también agradeció al “doctor Guillermo, quien, Decadrón mediante, permitió que estuviera aquí”.
Una noche, 25 himnos
La lista incluyó 25 temas que recorrieron toda la historia de la banda: desde Sheriff, Pensando como una acelga y Nadie es perfecto hasta himnos como Noticias de ayer y Preso en mi ciudad. En las pantallas laterales se proyectaron imágenes creadas especialmente para el concierto.
La formación de aquella noche fue la clásica: el Indio Solari en voz, Skay en guitarra, Walter Sidotti en batería, Sergio Dawi en saxo, Semilla Buciarelli en bajo y Hernán Aramberri en samplers y percusión.
Aunque no lo sabían —o decidieron callarlo—, ese fue el final. Había un recital más planeado en la cancha de Unión, en Santa Fe, y las entradas incluso llegaron a imprimirse. Pero el clima social, atravesado por el estallido de la crisis del 2001, hizo que el grupo lo cancelara. El pogo cordobés quedó grabado como el último.
Contexto
Al siguiente fin de semana, el 11 de agosto, la cartelera cordobesa tuvo a Charly García en Juniors con escasa convocatoria. Luego, en un mes un avión volteó las Torres Gemelas y a los cuatro meses estalló el país.