Te interpela. Te lleva por rincones de tu ciudad que alguna vez te contaron que existían pero nunca fuiste. Te presenta gente que viste alguna vez, una noche, pero nunca hablaste. Te muestra magia incluso donde puede haber mucho dolor. Te emociona. Te golpea.
Las malas, la novela de la escritora y actriz Camila Sosa Villada no pasará de manera desapercibida por las manos del lector. Hoy es una novela que va por su séptima edición en nuestro país, que ya se editó en España y que será traducida al alemán, italiano, croata y francés. Además, es una de las 10 obras finalistas para el premio Fundación Medifé Filba.
"Este año iba a girar por Europa presentando el libro, pero bueno, ojalá lo hagamos el año que viene", dice Sosa Villada mientras nos abre las puertas de departamento en pleno centro de Córdoba.
"La Cami", como le dicen todos, se muestra feliz de este presente por varias razones: por las económicas, "como rico, bebo rico y pude comprarme por primera vez un lavarropas", y porque sabe que es una persona que llega al mundo literario de un lugar completamente inesperado y olvidado sabiendo que la disputa es cultural.
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Las travestis que la abrazaron cuando ella llegó de Mina Clavero a Córdoba son las protagonistas de esta historia. El Parque Sarmiento, uno de los escenarios. Su vida está en estas 200 páginas que también serán un proyecto audiovisual: Armando Bó (nieto) está al frente de una serie donde Sosa Villada también actuará y pidió que todos los personajes de travestis sean interpretados por chicas trans.
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Camila, que nació en 1982, sabe que las que vienen podrán crecer de una manera mucho más libre: "Estamos en el aire, estamos dando vueltas en el imaginario de la gente, antes éramos fantasmas. Que las chicas sepan que hay mil maneras de ser travestis, que hay mil maneras de sobrevivir, no es un destino la pobreza, ni ninguna otra porquería".
"Creo que estamos un poco hechas pelota de la cabeza, es normal que eso pase. No sé amar, no sé recibir amor y en el camino voy aprendiendo".
Cuando se le pregunta si el arte la salvó será contundente: "No, fueron las personas, las amigas". Esas que le robaban a los padres un paquete de arroz o fideos para dárselo a ella.
Sin embargo, si tiene que hacerse una autocrítica como artista o como persona dirá que "no sabe recibir cariño". "Creo que estamos un poco hechas pelota de la cabeza, es normal que eso pase. No sé amar, no sé recibir amor y en el camino voy aprendiendo", dirá entre lágrimas.
Aunque no se considera abanderada de nada, sabe que su voz hoy es escuchada. "La Cami" hoy es escuchada sobre todo en su familia, esa que no la comprendió cuando era una joven que se paseaba maquillada por el centro de Mina Clavero. "Mis viejos están chochos, mi papá me pregunta si tiene que decir 'todes'", se ríe.
A los 38 años Camila ríe. Y come y bebe rico.