El prestigioso Gustavo Tobi, que en 2019 cumple 50 años de labor como periodista en El Doce, abrió su corazón en Mi Otro Yo (todos los viernes a las 21 por Canal C).
“Mi papá murió cuando yo tenía sólo 12 años. La vieja -así contó que le decían a su madre Dolores- se quedó sola para sostenernos a mi hermano y a mí. Por eso hubo que poner el hombro para ayudar a esa mujer joven y sola”, relató emocionado.
El “Pavito” (como a mí me gusta llamarlo de entrecasa en el canal), es un hombre que tiene demasiadas cualidades como para reunirlas en una sola persona, a pesar de que podría meterlas todas en tremenda altura que pasa los 1,90 m.
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Siempre solidario. Siempre tierno. Siempre caballero. Siempre respetuoso. Siempre dispuesto a escuchar. Sin movérsele un solo pelo de soberbia, ni siquiera si el que le habla estaba en pañales cuando él ya había recorrido kilómetros en el periodismo.
Él dice que fue por “accidente” que el periodismo lo encontró a él.
¡Qué suerte la mía que por ese accidente soy colega del hombre más generoso y creíble del periodismo. “Para mí, la credibilidad es el valor más importante. Tal es así que nunca me han desmentido”, sostuvo orgulloso.
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Podría decirse que Gustavo Tobi es tan correcto en su vida pública como reservado en su vida privada. Por ello, pocas veces se animó a contar, como en este programa, de su pasión por la caza, la pesca y las actividades al aire libre. “Ahí está la felicidad mayor”, aseguró.
Es buen cantante de tango. Él dice que lo hace para ejercitar su memoria y aprender las letras, pero reconoció que le hubiese gustado ir mucho más allá con la música y “tocar muy bien la guitarra”.
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“¿Te gustaría detener el tiempo?”, le pregunté. Con su lógica de siempre, casi retándome, o tal vez dándome una de las tantas lecciones que me dio en estos 16 años de trabajo codo a codo, me contestó: “¿Detener el tiempo? Eso es imposible”. Una vez más, me dejó muda.